Nueve de Julio
Dos personajes del Antiguo Testamento y la Vida Consagrada
Por: Pbro. Carlos Mateos
Cuando se estaba preparando esta Jornada de Reflexión sobre los sacerdotes y los miembros de la vida consagrada, clausurando así el Año dedicado a ese tema, el Obispo Martín me sugirió hacer una exposición breve con dos o tres personajes del Antiguo Testamento en relación a ese tipo de vida en la Iglesia.
En una respuesta inmediata, con más de irresponsabilidad que racionalidad y sentido común, acepté.
Y comencé por algo que me pareció lógico: revisar qué había en la variada y abundante documentación eclesiástica sobre el asunto. “Aparecida”, fue el primer texto que busqué. Pero no pasé de ahí. No sé por qué. Fui directo a dos personajes para mí muy queridos, admirados: Abraham y Moisés.
Y todo se me convirtió en una especie de obsesión, de idea fija, durante todo este largo tiempo que medió entre la sugerencia de Martín y este momento.
Sabemos que el tema de nuestra Jornada está en ese escrito que se nos envió y sobre el cual vamos a dialogar y reflexionar.
Me pregunto, entonces, ¿qué hago aquí delante de ustedes?
No tengo ninguna autoridad o prestigio para proponer ni sugerir nada (Más bien estoy como aquel ministro de economía que, delante de los periodistas dijo: “Me quiero ir”)
Tómenlo así entonces: es como si te dijera: “Mirá el pulóver que tengo…o el reloj”…y vos digas: “Sí… y qué me importa”.
Y cuando acabe, que se olvide todo y sólo nos ocupemos de lo propuesto.
Concepto clave: La mirada que dirijo a los dos personajes del AT que elegí, tiene un concepto, idea o pensamiento clave. Y lo tomé de una expresión muy breve de una laica francesa, que en los años 1930 más o menos, vivió y trasmitió una espiritualidad de fieles laicos en las grandes urbes. Ella vivía en una gran barriada de París, bastión comunista- ella misma lo había sido hasta su conversión- ; espiritualidad que ella llamó “La gente de las calles o de la calle”
Pero al reflexionar sobre la vida y espiritualidad del laicado, en un momento tiene esta frase y descripción de la vida consagrada, que traduzco al pie de la letra, palabra por palabra: “Hay gente que Dios toma y pone aparte”. No dice “que Dios llama”, sino que Dios “Toma”, Se apropia, se hace dueño. Esa persona es de Él. Y la tiene aparte. No necesariamente por el lugar geográfico, sino por el tipo de vida, el ser y el hacer que le impone Él.
Bueno, con ese concepto es que encaro a mis dos personajes: Abraham y Moisés.
Abraham
En el amanecer de la historia de salvación, cuando las tinieblas se diluían en penumbra, y la luz sólo era algo así como un vislumbre en el horizonte,
(Gén 2,1-2) Dios dijo a Abrám: Vete de tu tierra, de tu patria, de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. (Biblia de Jerusalén).
No es una invitación, un llamado: es una orden de dueño, de patrón, de amo.
(Hay gente que Dios toma).Ahora bien toda emigración comporta desarraigo. Algunos emigran para escapar de guerras, hambrunas o sequías. Otros buscando mejorar una situación. Habrá todo un proceso de nostalgia, de memoria, de mantener en el exilio costumbres, tradiciones y creencias, mientras se trabaja para conseguir lo que se había ido a buscar. Se planean estrategias, se toman decisiones.
Pero esto último, para Abrám no es posible. Él no puede tener ni objetivos personales ni, planes ni estrategias. Ni siquiera para servir a Dios, que es quien decide y manda. Desarraigo profundo en el interior de la persona.
¿Vida consagrada?
Hasta ese momento, el Patriarca, jefe de clan, empresario, hacía sus planes, negociaba, organizaba los trabajos de su gente.
Ahora no: Dios planea, Dios decide, Dios manda. Desarraigo total.
¿Vida consagrada? ¿O un esclavo, o más modernamente, un robot-un dron- manejado por control remoto?
No parece tanto: tuvo sus momentos de decisiones por su cuenta, ante lo que parecía el silencio o la ausencia de su Señor: una escaramuza bélica, algunas mentiras para zafar del peligro de poderosos (poniendo en riesgo la integridad de Sarai, su esposa), tomando a Agar, para conseguir el hijo, prometido por Dios, pero nunca concebido…
Y el Señor no se le enojó: le concedió el triunfo bélico, libró a Sara y bendijo a Agar e Ismael. ¡Qué extraña relación!
Porque hay un respeto, una amistad. Manifestada en el encuentro de Mamré: la comida de amigos, la promesa del embarazo y parto de Sarai y además, la confidencia del Señor- cómo no le voy a contar a Abrám mis planes con las ciudades pecadoras- y la aceptación de la intercesión por ellas (Siglos después “Alguien” querrá interceder por el mundo pecador y no va a encontrar, no digo diez justos; ni uno…y pagará con su vida).
No parece la relación de un esclavo con su amo, de un robot con el dueño del control remoto.
¿Algo que ver con la vida consagrada?
Y encima, le cambió el nombre: Te llamarás Abraham y tu esposa Sara.
Y Abraham fue y vino, anduvo y acampó, llegó hasta Egipto y volvió…recorrió toda la tierra prometida…en la que nunca quedó. Tan fue así, que sus descendientes lo recordarán diciendo. “Mi padre era un arameo errante”.
Hay gente que Dios toma y pone aparte. O en ninguna parte. Pero propiedad exclusiva y excluyente de Dios. ¿Vida consagrada?
Moisés
Moisés era un hombre de corazón violento.
Corazón que, por propia decisión, quiso poner al servicio de una gran causa, justa y solidaria: librar a su pueblo del poder del Faraón.
Mató a un egipcio cruel que golpeaba a un israelita.
Y entró así en esas grandes luchas del mundo por poder, por el poder y por la libertad: era el objetivo de su vida.
Pero, enseguida aprendió que, en esas luchas, no triunfa el que tiene razón o busca la justicia, sino el más fuerte, el más violento. Y perdió: contra el Faraón no pudo. Huyó, se exilió. Y acabó, en el extranjero, casado, empleado como pastor de los rebaños de su suegro. Pero no quedó ni amargado ni frustrado. Más bien se mantuvo en él como una esperanza o una disponibilidad a no sabía bien qué.
¿Es esa la base, la raíz profunda para la vida consagrada? O sea, ¿ausencia de todo plan u objetivo personal? Hay gente que Dios toma y pone aparte.
En Éxodo capítulo 3, tenemos aquella historia de Moisés con los rebaños en el desierto, la zarza ardiendo y el Señor ahí, hablándole.
He escuchado el clamor de mi pueblo… (v10) Ahora pues, ve; Yo te envío al Faraón… así dirás a los israelitas (14)… vete, reúne a los ancianos de Israel y diles (v16)… Gente que Dios toma…
Acá se trata de una orden: “ve, te envío, dirás, reúne”. No parece una invitación, un llamado, una vocación que espera respuesta: es una orden. La persona ha sido tomada por Dios. Él manda y no hay más que una respuesta: obedecer.
¿Es eso vida consagrada? Porque tampoco se trata de un ofrecimiento personal: “yo me consagro, me entrego a vos, mi Dios y Señor”.
En la historia de Moisés, ese “ser tomado por Dios”, viene desde su nacimiento. Dios maneja todo con una especie de ironía sublime. Precisamente será Egipto, y en especial el Faraón quienes darán a Moisés toda su capacidad de organizador y conductor, de líder.
El Señor inspira a la madre la iniciativa de tratar de salvar a su hijo, enternece a la hija del rey, ayuda a la madre a que, hasta el destete, Moisés conozca la fe y la historia de su pueblo y Yahvé. Y, como dije, la ciencia y la técnica egipcia lo instruyen y capacitan como líder y caudillo.
Si: ya había sido “tomado” por Dios.
¿Tiene eso que ver con la vida consagrada? ¿O sólo lo que consta en las reglas de San Gregorio y San Benito, los cánones del código, los documentos pontificios, los escritos y enseñanzas de maestros y maestras de espiritualidad?
¿Dónde está la raíz de esta vida?
Y aquel hombre de corazón violento, con toda la paciencia que nunca había conocido hasta, ahora va a cumplir la orden (A tal punto este manso modo de ser y actuar que, en Números 12,3 se dice: Moisés era un hombre muy humilde, más que alguno sobre la faz de la tierra). Lo acompaña Aarón, como su vocero o lenguaraz. ¡Y pensar que este hombre podría haber sido un precursor del Che Guevara…y hasta de Osama Bin Laden! Más vale, ahora, parece el precursor, la prefigura de Aquel que nos dice: Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón. (Mt.11,29).
¡Lo que hace Dios cuando “toma” a alguien!
Pero, también como me pasó con Abraham, surge la duda o la pregunta: ¿entonces, ese disponer Dios de una persona, para alguna acción en bien de los hombres, la transforma en un esclavo sin voluntad o decisión propia; o más modernamente, en un robot manejado por control remoto?
No tan así. Tuvo sus cansancios Moisés, con ese pueblo tan cabeza dura y presentó la renuncia. Pero cuando Dios le dijo que tenía razón y que también Él estaba cansado y se iba a buscar otro pueblo, que Moisés iba a dirigir, nuestro hombre (como Abraham con Sodoma), se la discutió al Señor. Hasta le dijo que iba a hacer un papelón abandonando a los israelitas el desierto: “Van a decir que no pudiste”. Y ahí anda por nuestras biblias el salmo (106,23) el reconocimiento de esta actitud personal del líder: dispuesto estaba a exterminarlos, sino es porque Moisés, su elegido se mantuvo en la brecha frente a Él, para apartar su furor destructor. (Y me acuerdo de aquel: Padre, perdónalos…)
Y ese también, me parece, que es un aspecto esencial de la vida consagrada.
Hubo más. Me acuerdo la primera vez que baja Moisés del Sinaí, con las tablas
que eran obra de Dios, y la escritura, escritura de Dios, grabada en las tablas. (Ex.32,16). Se encuentra con el becerro de oro y toda la fiesta. ¡Ay, Dios! Rompe las tablas, derrite, pulveriza el becerro, lo mezcla con el agua del campamento y se la hace tomar a todo el pueblo. Todo por su cuenta, y otra vez, el corazón violento.
Vuelve al Sinaí, el Patrón no le dice nada, simplemente le dicta otra vez la Ley y ahora es Moisés quien la graba en las tablas. Y esas serán las que se guarden en el Arca de la Alianza.
No es fácil de entender la relación entre el Señor y su consagrado.
Más todavía. Aarón y María se permitieron criticar el casamiento de Moisés y, encima, reclamar también para ellos respeto y gloria: También a nosotros nos habló el Señor. ¡Cómo se les enojó Yahvé! ¡A la Carpa del Encuentro!. Y les dice: Si hay un profeta entre ustedes, en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños. No así con mi siervo Moisés; él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él, abiertamente y no en enigmas y contempla la imagen de Yahvé. ¿Porqué, pues, han osado hablar contra mi siervo Moisés? Y tan enojado estaba que la enferma a María de lepra. Moisés intercede por ella, y a los siete días queda curada.
Y esto también tiene que ver con la vida consagrada: el dominio completo del Señor sobre una persona y al mismo tiempo, semejante amistad y confianza. Y la toma de decisiones propias y la aceptación del Señor de esas decisiones. ¿Cómo entender esto? ¿Vida consagrada?
Ante esta pregunta, alguien ( creo que Joselo) me comentó aquello de Saint Exupery en El Principito: Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer.
¿Eso es la Vida Consagrada, eso vive la persona que “es tomada por Dios? ¿De qué Dios se trata? ( ¿cómo escapar de ti, como callar?, ay de mi si no lo hago…no me acuerdo bien aquel canto…)
Eso es todo. Disculpen.
No me he preocupado del orden cronológico de los episodios comentados ni son todos: hay mucho más. Elegí estos para no alargar, pero por mi interés personal pienso seguir más metódicamente.
Eso es todo. Disculpen.