Noticias, Nueve de Julio
Avanza la construcción del primer cinerario de la diócesis
Su construcción comenzó a mediados de febrero en la Catedral, en donde estuvo ubicada la puerta de la Misericordia (entre el templo y la municipalidad). La iniciativa surgió de un grupo de fieles que cremó a sus seres queridos y que solicitó un lugar sagrado donde depositarlas. El futuro cinerario será también capilla, de manera que cumplirá la doble función de depósito de los restos de los difuntos y de lugar de permanente de visita y oración.
La capilla-cinerario, que llevará el nombre de “Padre de las Misericordias”, consta de dos fosas de hormigón. La primera de ellas es una fosa común en donde se depositarán las cenizas de las cremaciones. Está completamente sellada y la apertura, por donde se introducen los restos, imita una pila bautismal. De este modo se une el significado del bautismo (sacramento por medio del cual los cristianos se convierten en partícipes de la vida divina) con el de la muerte, en que se pasa al verdadero nacimiento: la vida eterna.
La segunda fosa irá destinada al sepulcro del obispo diocesano. A la antigua costumbre de enterrar los restos de los obispos en sus catedrales se sumó la solicitud expresa de Mons. Torrado Mosconi de que se hiciera su tumba junto a los fieles que estén en el cinerario. Este hecho posee un alto sentido simbólico para los cristianos, puesto que justamente la misión del pastor es conducir los fieles al cielo.
Si bien aún no hay una fecha precisa para finalizar las obras, continúan sin pausa. Recientemente la artista Mónica Corrales, a cargo de las obras del Santuario de Fátima, finalizó una de las ornamentaciones que consistió en una representación del Padre de las Misericordias a través de un esgrafiado (técnica decorativa que también utilizó en el frente del santuario de Fátima).
La postura de la Iglesia ante la cremación
Si bien la Iglesia Católica continúa recomendando el entierro de los difuntos, no prohíbe la cremación, una tendencia que por diversos motivos se ha ido haciendo cada vez más frecuente. Esta práctica ya muy generalizada hizo que la Iglesia se pronuncie en un documento que difundió la Santa Sede en el 2016 sobre la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación (Instrucción Ad resurgendum cum Christo).
En el documento se prohíbe la conservación de las cenizas del difunto en los hogares así como también su dispersión “en el aire, en tierra o en agua o en cualquier otra forma, o la conversión de cenizas incineradas en recuerdos conmemorativos”.
Si bien el documento remarca que “la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios”, sin embargo, autoriza la cremación si los restos son custodiados en un lugar sagrado. Con ello “confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia”. De este modo se opone “a la tendencia a ocultar o privatizar el evento de la muerte y el significado que tiene para los cristianos”.