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Contemplar a María: promesa de vida, garantía de paz y signo de esperanza
Mensaje del Obispo diocesano para el tiempo de Adviento y Navidad 2018
El ciclo litúrgico de adviento-navidad es ocasión propicia para redescubrir, renovar y reavivar la esperanza. Desde el silencio y la escucha se nos llama e invita a mirar y a lanzarnos confiadamente hacia el futuro con generosidad y sin temores.
Desde las mismas páginas de la Palabra de Dios aparece la imagen de María, mujer virgen, esposa y madre, quien bien puede inspirarnos, sostenernos y alentarnos tanto en este tiempo de gracia como en el camino todo de la existencia, mientras peregrinamos esperanzadamente hacia el encuentro con el Señor.
Ya de por sí una mujer embarazada es promesa de vida, semilla de esperanza y antídoto contra el desencanto y el pesimismo. Invito a cada uno de los fieles y a las comunidades todas a contemplar, con mirada de fe, a María en cuyo
vientre, por obra del Santo Espíritu, se va gestando Jesús, el Hijo eterno del Padre.
Poner los ojos y los oídos de la fe en María embarazada del Señor de la historia, puede ayudarnos mucho a recuperar y reflotar la esperanza puesta a prueba o debilitada por tantos síntomas y signos de mal, dolor y pecado con que nos
encontramos en este presente crucial, paradójico y dramático de nuestra historia como sociedad y como Iglesia. Les propongo ahondar y profundizar en tres realidades claves del momento actual: vida, paz y esperanza.
Vida
Oscuros intereses e ideologías bien diversas entre sí, se alían en una perversa coincidencia contra la vida humana: promueven el descarte, porque así “vamos siendo menos y estaremos mejor”. La raíz está en el egoísmo.
María embarazada es un sí contundente a la vida (Lc 1,26-38). Ella es el símbolo de la vida como don, promesa y esperanza. Un niño por nacer es signo y semilla de futuro. Promoviendo, defendiendo y cuidando toda vida humana
estamos trabajando y luchando verdaderamente por un futuro mejor. ¡Un pueblo que abraza y custodia la vida, tiene futuro!
Paz
¿Por qué no sabemos, ni podemos, ni alcanzamos a superar nuestras divisiones y enfrentamientos? ¿Son nuestros obstinados prejuicios ideológicos u oscuros intereses, los que alientan y alimentan la conflictividad permanente que
mantienen exasperada a la mayoría de la sociedad, amenazan la amistad social e impiden todo crecimiento, afianzamiento y desarrollo?
María visitando a su prima Isabel también embarazada y a su niño “saltando de gozo en su vientre” (Lc 1,39-56), es un llamado a salir de sí para ir al encuentro de los otros. Se trata del camino a recorrer para reconocernos hermanos y reencontrarnos como pueblo y sociedad; se trata de servirnos y cuidarnos mutuamente, no de manipular ni descartar. Por esta senda iremos recomponiendo el tejido social debilitado por tanto individualismo, fortaleciendo
“projimidad” y vecindad amenazada por la desconfianza y la agresividad, y superando grietas que nos oponen y enfrentan.
La amistad social entre los distintos sectores de una nación junto a la mayor concordia posible en la convivencia de un pueblo, lo hace genuinamente sano, fuerte y desarrollado. ¡La paz es la auténtica riqueza y mayor capital de una nación!
Trabajar por ella no es ingenuo ni utópico sino imprescindible y urgente.
Esperanza
María dando a luz es también un signo de algo nuevo y mejor que comienza y se hace presente (Lc 2,1-7). ¡Dios se hace presente en la historia y sigue actuando con amor y misericordia para salvarnos y darnos nueva vida! Este es el fundamento cierto de nuestra esperanza, motivo de nuestra confianza e impulso para perseverar en la acción, el trabajo y la lucha por la verdad, el bien y el amor. Sin la esperanza enraizada, abrevada y nutrida en Dios no podemos seguir adelante, fácilmente nos desencantamos cayendo en la frustración, el cinismo o la apatía.
Con María, unidos en la comunión de la Iglesia, nosotros caminamos hacia el encuentro con el Señor, hacia aquel Belén en el cual se da a luz la eterna novedad. Nuestro objetivo pastoral diocesano “caminar en comunión para anunciar a todos la alegría del Evangelio” es el modo, la clave y el instrumento para y momento de la sociedad en la cual vivimos. “Caminar” es el llamado y la motivación para seguir adelante sin claudicar ni amedrentarnos dando testimonio de la fe con las obras. ¡Si caminamos, estamos vivos! “Comunión” es vivir intensamente el mandamiento nuevo del amor, haciendo de cada comunidad cristiana un testimonio luminoso y contagioso en una sociedad dividida, agresiva y enfrentada. La comunión es la condición para la vida en paz. “A todos” indica el
horizonte generoso, amplio y abierto de nuestra misión porque queremos compartir una fe que eleva, mejora y transforma a cada persona y a la sociedad toda. La “alegría” todo un fruto y síntoma de una esperanza honda e intensa que ya estamos viviendo.
Los encuentros de evaluación y celebración por un año que va terminando, las acciones y gestos pastorales programados para celebrar el Adviento y la Navidad y las misiones en barrios y pueblos que se llevan a cabo en estos días no pueden menos que estar impregnadas e impulsadas de este espíritu. Los invito, convoco y propongo hacer este verdadero “ejercicio de contemplación” tanto personal como comunitariamente para ser testigos de esa alegría del Evangelio que es fruto de la esperanza, da sentido y sabor a la vida, manteniéndonos unidos en el
amor, la comunión y la paz. Les deseo un fructífero adviento que vaya preparando el corazón de cada uno para una feliz Navidad en las familias de nuestra Diócesis.
+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio