Despedida, Noticias

15 marzo, 2023

Despedimos al P. Luis Ernesto Dielh

POR P. JUAN PELLEGRINO

Queridos amigos:

Con la serenidad de la pascua y el dolor de la muerte quiero despedir al Padre Luis. Como saben la providencia me permitió compartir once años de nuestras vidas.

Recuerdo con cariño aquella misa de mi ordenación diaconal cuando el obispo anuncia que me destinaba a quedarme con Luis en la catedral. Inmediatamente me levantó de la mano y ese fue el gesto más claro de su caridad para conmigo. De Luis siempre experimenté el respeto, la valoración de mi persona. En todo momento me ayudó a crecer. Recuerdo cuando por primera vez hicimos tres pequeños libros para el jubileo del 2000 y él me obliga a poner mi nombre en primer lugar y al suyo en segundo. Los gestos de delicadeza y de paternidad para conmigo fueron innumerables como los que hizo cuando leyó mi tesis de licencia más de tres veces para corregirla y hacer que la redacción saliera prolija.

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Con la serenidad de la pascua y el dolor de la muerte quiero compartir la experiencia de haber estado con un sacerdote con el cual nunca he podido tener una conversación profana: todo comentario, conversación, charla terminaban en una cita evangélica y una reflexión espiritual sobre la misma. Es que su trabajo, por más de cuarenta años, de lectura de la Palabra y esfuerzo por adaptarla al pueblo de Dios más sencillo, habían hecho de este sacerdote alguien que respiraba la Palabra de Dios. La Palabra estaba en sus labios y en su corazón, con ella iluminaba la vida y de ella sacaba el alimento para su noches más oscuras. La Palabra era para Luis la Luz para sus pasos y la compañía en los momentos de peligro. La Palabra que se hizo carne fue tan real para Luis que se animó a la locura de vivir en la cotidianidad de los simples. La Palabra que se hizo carne lo enamoró de tal manera que buscó parecerse al Dios que se hizo uno de tantos.

Con la serenidad de la pascua y el dolor de la muerte quiero bendecir al Dios de misericordia por haberme permitido experimentar todo esto en mi vida sacerdotal. Bendigo a Dios por la presencia de un hombre íntegro, de un cristiano sin doblez y de un sacerdote enamorado como el P. Luis.

Con la serenidad de la pascua y el dolor de la muerte, por pura providencia, pude acompañar su último tiempo. Su deterioro cognitivo y físico, sus límites respiratorios y cardíacos eran inversamente proporcionales a su estatura espiritual. A medida que su deterioro cognitivo avanzaba creció en él una capacidad de intuir lo necesario y de quedarse con lo importante. A medida que su físico decaía creció en él una agilidad espiritual; sus límites respiratorios lo hicieron descubrir un aire mucho más puro que fue el de la comunión con Dios, y su insuficiencia cardíaca fue producto de morir con el “pecho del amor muy lastimado”.

Me hubiera gustado que estas últimas palabras las escribiera Luis. Pero tal vez descubrió que las palabras se las lleva el viento y que lo que queda es el testimonio que brota de un corazón enamorado. Querido Luis, con este silencio último cuántas palabras nos enseñaste, con esta humilde docilidad cuánto nos has mostrado. A pocas horas de tu muerte y verte así solo cabe preguntarme lo mismo que se encuentra escrito en la tumba del gran poeta y místico español san Juan de la Cruz: Duermes Luis o estas soñando un verso que no cabe en la boca de este mundo.
Gracias por tantas palabras, gracias por tanto compartido, gracias por tu testimonio, gracias por tu silencio. Contempla lo que siempre predicaste, disfruta de lo que siempre anhelaste.

Amén

Trenque Lauquen, marzo del 2023.-