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Día de la Vida Consagrada: «En comunión y con esperanza»
Mensaje del obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
a las religiosas, religiosos y consagrados
con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada
Domingo 8 de septiembre de 2019
“Estimulados a confiar en la esperanza que se nos ofrece” (Hb 6,18)
Queridos hijos y hermanos consagrados:
La Carta a los Hebreos se dirigía a aquellos cristianos de las primeras generaciones que, luego del entusiasmo inicial de la conversión, se mostraban fatigados y desalentados. Las pruebas de distinta índole, las divisiones en el seno mismo de la comunidad y las persecuciones, habían provocado desconcierto y tensiones. El escrito sagrado se nos presenta como una verdadera meditación sobre los motivos para la esperanza y una fuerte exhortación a seguir animadamente adelante en el seguimiento del Señor. El texto arriba citado da la clave básica de un enfoque y actitud esperanzada ante los acontecimientos que se viven, apoyados en la promesa misma del Señor.
También nosotros como cristianos de principios del siglo XXI y, particularmente en cuanto consagrados, podemos estar tentados de caer en la incertidumbre y el desaliento ante tantas situaciones malas en la sociedad, en la Iglesia o en nuestras mismas órdenes, congregaciones e institutos. No faltan ponderados diagnósticos y numerosas reuniones dedicadas a debatir y analizar tales problemáticas. Por todo esto, es necesario e imprescindible que tengamos una mirada genuinamente contemplativa, que sea superadora e integradora, ayudándonos a mirar “más allá” y a elaborar tensiones, conflictos y crisis. Para ello nos hay recetas, aunque sí caminos, criterios y opciones ciertas y seguras. ¡Estaría muy bueno que hiciésemos la “lectio” personal o comunitaria a partir de la mencionada epístola!
A la luz de la Palabra que meditamos cotidianamente, de la rica tradición eclesial y de las orientaciones del magisterio -no olvidemos esa “carta magna” para la vida religiosa posconciliar que es “Vita consecrata” de san Juan Pablo II, los numerosísimos escritos de nuestro Cardenal Pironio y la Carta del Papa Francisco con motivo del Año de la Vida Consagrada-, deseo proponerles, invitarlos y exhortarlos a renovar, profundizar y fortaleces tres aspectos de la consagración: la contemplación, la comunión y el propio carisma. No se trata de nada novedoso, algo así como la última y sorprendente genialidad que nos llevará nuevamente al éxito rutilante, sino de la “eterna novedad” de la fe eclesial, vivida cotidianamente con fidelidad, generosidad y alegría.
Buscar cada día el silencio y reavivar el deseo de contemplar, ensancha el alma, enciende el corazón de entusiasmo y renueva interiormente la alegría de la vida, la generosidad de la entrega y el testimonio de amor, fidelidad, generosidad y servicio. ¡Recreemos los espacios de silencio y podremos gustar el fruto de una contemplación que renueva, transforma y motiva la vida entera!
El individualismo imperante en la sociedad así como la rutina de cada una de nuestras comunidades, puede llevarnos al debilitamiento de la vida comunitaria ¿Cómo hacer para renovarla? Escucharnos mutuamente para aceptarnos y comprendernos, cuidarnos unos a otros, dar el primer paso en el servicio y el perdón, fortalece y consolidad la comunión. ¡El testimonio del mandamiento nuevo vivido en la comunidad religiosa, sigue siendo un luminoso ejemplo y un verdadero cuestionamiento al mundo de hoy!
El mismo evangelio nos dice “por sus frutos los conocerán” (Cfr. Mt 7,16): es bien visible e innegable que cada una de las comunidades religiosas de la diócesis han hecho fructificar su carisma dando testimonio y dejando huella espiritual, educativa, caritativa y pastoral en tantas generaciones de niños, jóvenes y adultos. ¡Reavivar una y otra vez el propio carisma, tratando de vivirlo en la realidad concreta, es el mejor don y signo que pueden ofrecernos!
Culmino esta propuesta, invitándolos a unirnos en la acción de gracias por el don, el testimonio y los frutos de la vida consagrada en la diócesis. Las dificultades de la hora presente, a veces nos impiden darnos cuenta del aprecio del santo pueblo de Dios por el don de la vida consagrada. Los fieles valoran la presencia religiosa como una auténtica riqueza para la comunidad. La oración y el consejo de la monja o el monje, el recuerdo agradecido hacia el docente sabio y abnegado, la figura de la religiosa entre los enfermos, los pobres y los presos, están grabadas en el corazón de los fieles y son también un signo hasta para los no creyentes. ¡Gracias, entonces, de todo corazón por tu entrega, generosidad y testimonio! Los bendice con mucho cariño.
+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio