Noticias, Palabras del Obispo
Eduardo Pironio: profeta de la civilización del amor en tiempos difíciles
Homilía del Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio,
en la Eucaristía de sufragio por el cardenal Eduardo Francisco Pironio,
Basílica de Luján – Domingo 3 de febrero de 2019
(Jr 1,4-5.17-19; Sal 70,1-4a. 5-6b. 15a-17; I Cor 12,31-13,13; Lc 4,21-30)
¡Las lecturas de la Palabra de Dios que se acaban de proclamar son verdaderamente providenciales! Efectivamente, bien las podemos referir a la vida de nuestro cardenal Pironio e iluminan las nuestras, proponiéndolo como un testimonio de quien las encarnó cabalmente en su propia existencia de cristiano y sacerdote. El libro de Jeremías y el evangelio de Lucas nos presentan y delinean la figura del profeta como enviado para ser voz y mensajero de Dios en situaciones y a circunstancias en la cuales encontrará resistencia, indiferencia o rechazo. La segunda carta a los corintios nos hace resonar una vez más el “himno a la caridad” poniendo de manifiesto aquello que es la entraña, esencia y novedad de la vida cristiana.
Permítanme aplicar la riqueza de estos textos sagrados a la figura de Eduardo Francisco Pironio en tres puntos (¡Quienes lo conocieron o lo leen, saben cuánto le gustaba a él esto de los “tres puntos” en sus predicaciones o coloquios!): el profeta, la civilización del amor y los tiempos difíciles.
Profeta
Vengo de la ciudad y diócesis de Nueve de Julio, en donde el siervo de Dios recibió las aguas bautismales en las cuales fue ungido -al igual que cada uno de nosotros- “profeta, sacerdote y rey”. Esta “veta bautismal” está muy presente en su teología, espiritualidad y predicación. ¡La cuna y la pila bautismal están, ciertamente, en el origen de cada una de las actitudes y gestos de Pironio!
El cardenal Pironio, abrevando y arraigado perseverante y fuertemente en la tradición bíblica, fue sin lugar a dudas, un profeta de nuestro tiempo. Así lo reconocen personas de muy diferentes ámbitos y se pone de manifiesto tanto en su acción pastoral como en sus escritos. Hombre de atenta escucha y de silencio contemplativo, siempre se concibió como enviado y mensajero. Antes de hablar, escuchaba. Más que liderar, gustaba de aconsejar. Antes que protagonizar, prefería animar y confortar. En vez de mandar, optaba por servir. Y, sin embargo, aún hoy sigue siendo para nosotros guía, modelo y testimonio. Su palabra, dicha o escrita, sigue siendo luminosa, lúcida, clara, positivamente motivadora e impulsora de un camino eclesial adecuado para estos tiempos.
Su “teología de la pascua” y su amor probado a la cruz, lo sostuvieron en los momentos de oscuridad, incomprensión y dificultades tanto en la sociedad como en la Iglesia. Y esto lo hizo capaz, además, para comprender, consolar y orientar a tantas personas en la misma situación. ¡La palabra de Pironio siempre confortaba y animaba! Los anatemas no eran lo suyo…
Civilización de amor
Ésta inspirada intuición y propuesta de los santos papas Pablo VI y Juan Pablo II a la Iglesia y a la humanidad toda -y que no es otra cosa que una formulación actualizada del Evangelio eterno- encontraron en el teólogo y el predicador Pironio a uno de sus más convencidos y entusiastas difusores. ¿Qué más necesita y qué más anhela, aún sin darse cuenta, un ser humano? ¿Cuál sería la respuesta y el remedio cierto y definitivo a los males de la humanidad? Ciertamente es el amor. Y esa es la síntesis del Evangelio, el “mandamiento nuevo” del Señor Jesucristo. ¡Por favor hagamos que esta “civilización del amor” no termine siendo una frase caída en el olvido sino el auténtico relato y propuesta cristiana a la realidad del mundo de hoy!
Aquí desearía hacer notar la importancia que tuvo para la gestación de la personalidad de nuestro siervo de Dios su familia “sencilla y cristiana”, como él mismo la caracterizaba. La mayoría de nosotros conoce aquellas circunstancias notables que rodearon su venida al mundo. Ante el consejo médico de que no tuviera más hijos, luego de un primer embarazo complicado, doña Enriqueta tuvo otros 22 embarazos. En nuestro lenguaje coloquial de hoy diríamos: ¡La madre de Eduardo Francisco se jugó por la vida! En este sentido bien podemos decir que la “civilización del amor” se define en la familia. Ahí está su quicio. Ser amados capacita para el amor. Y esta primera experiencia básica, fundamental y necesaria para todo ser humano -lo sabemos, aunque se pretende que lo olvidemos- tiene lugar en la familia. Bien podemos ver en el hogar de “los Pironio” -como decimos allá en el campo- el Nazaret en el cual se sembró la semilla de la fe, se fueron cultivando unos valores cristianos profundamente humanizadores y se forjó una personalidad sencilla y exquisita a la vez.
Tiempos difíciles
Muchos conocerán aquél célebre texto “Meditación para tiempos difíciles” escrito por el entonces obispo monseñor Pironio en momentos de confusión y desunión en la Iglesia como de violencia en Argentina y América latina. Allí nos enseña que ante las crisis y dificultades no hay que negarlas ni desesperar, sino renovar la confianza en Dios. Recomiendo vivamente su lectura. Impresiona el agudo realismo así como la esperanza que rezuma el escrito. Uno no puede menos que pensar en esta hora actual y darse cuenta de lo provechoso que es volver sobre él para que nos guíe, anime y ayude en estos momentos de divisiones y corrupción, de miseria y pecado. Su llamado a una actitud de pobreza interior y contemplación, como modo de rechazar la violencia y comprender verdaderamente la realidad, su invitación a vivir en “clave pascual” pasando por la cruz, porque allí hay un fecundidad misteriosa que renueva a las personas y a las sociedades, son la posibilidad de reavivar la esperanza de los creyentes tan desencantados, pesimistas, apocados y paralizados de estos tiempos. ¡Volvamos sobre sus palabras: nos ayudarán a “no achicarnos”, despertándonos, poniéndonos de pié y “manos a la obra” para mejorar nuestro mundo. Al cardenal Pironio se lo llama, no sin razón, “profeta de la esperanza” porque la cultivó en el silencio de la oración, la predicó insistente y apasionadamente, y, sobre todo, dio testimonio de ella en cada una de las “cruces” de su vida. Imitémoslo. ¡Los “tiempos difíciles” son tiempo “de” y “para” la esperanza!
Permítanme una última consideración de “tiempo y lugar”: hoy y aquí se dan cita realidades muy valiosas e importantes para nuestra vida de fe, hasta -diría- sugestivas y entrañables. Estamos en la casa de María de Luján, hogar de la fe sencilla del inmenso y variado pueblo santo de Dios que peregrina en nuestra nación argentina, aquí yace el cuerpo de nuestro querido siervo de Dios Eduardo Francisco Pironio, nos congregamos en la conmemoración del día de su “pascua”, en una hora especial de la patria y de la Iglesia. ¡Cómo no invocar a Nuestra Señora de Luján, madre de esperanza! ¡Ruega por nosotros santa Madre de Dios: para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo! (El Cardenal compuso bellísimas oraciones a María en las cuales la invoca como Virgen, Madre o Señora de la Esperanza, también se las recomiendo).
Pironio fue un profeta de la civilización del amor en tiempos difíciles predicando y testimoniando la esperanza. Cabe, y es necesario, que nosotros también continuemos esta estela, esta huella, que nos marcó. ¡Y que no es otro que el camino de Jesucristo a través de la Iglesia! Nuestro querido Cardenal fue hombre de diálogo, unidad y paz, positivo, optimista y alegre, simple, sencillo y pobre. Conductas, actitudes y valores tanto más necesarios como faltantes están en nuestra época. ¡Como dice la misma Sagrada Escritura refiriéndose a los buenos pastores: “reflexionando sobre su vida, imiten su fe” (Cfr. Hb.13, 7)! Así sea.
+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio