Noticias, Santos

10 agosto, 2020

El servicio como don y testimonio

El servicio es la vocación, el lugar y la misión del diácono en la Iglesia que, a su vez, recuerda a todo el pueblo de Dios y a cada cristiano la dimensión servicial de su fe. Así nos lo recuerda la figura san Lorenzo, diácono del siglo III martirizado en Roma.

Este lunes 10 de agosto, el calendario cristiano conmemora al diácono san Lorenzo, encargado de la caridad en la Iglesia de Roma  quemado en una parrilla este día del año 258, según una constante tradición. Por este motivo, es también el “día del diácono”. El sacramento del Orden sagrado, cuya plenitud es el episcopado, consta de otros dos grados: presbítero y diácono. Este último es conferido “en orden al servicio”, lo cual define su misión en la comunidad: caridad y cuidado de los pobres, predicación y catequesis, administración de los sacramentos del bautismo y el matrimonio así como de las exequias y las bendiciones.

Cuatro diáconos ejercen su ministerio actualmente en nuestra diócesis. Tomás Penacino, permanente, casado, en la parroquia de E.V. Bunge; José Ojeda, permanente, casado, en la parroquia de Ameghino, Raúl Algozino de la ciudad de América, también diácono permanente. También el joven Rodrigo Álvarez, camino al presbiterado, en las comunidades de Carlos Tejedor y Tres Algarrobos. Asimismo, se preparan a recibir este sacramento otros candidatos en vistas al diaconado permanente y un seminarista que ya ha terminado sus estudios en orden al sacerdocio.

“Los diáconos, fieles al servicio de la Palabra y de los pobres, sean un signo vivificante para toda la Iglesia” tal era la intención de la oración del Santo Padre para el mes de mayo de este año confiada a toda la Iglesia. 

“¿De dónde surgieron palabras que dieron consuelo y no sabía que las tenía?; ¿de dónde la fortaleza mental para atravesar tantas dificultades en el plano personal y familiar?; ¿de dónde nace esa paz acompañando al enfermo en su lecho?; ¿de dónde surge la alegría al celebrar un Bautismo y la sensibilidad esperanzadora al presidir unas exequias?; ¿de dónde esa tenacidad para “luchar con Dios” como Jacob, ante tantos “porqués”, ante tantas cosas incomprensibles del mundo e incluso de la Iglesia misma?;¿de dónde esa “pasión por lo posible” llamada esperanza, que nos impulsa a recorrer una y otra vez el camino hacia los hermanos más pobres y olvidados?” Así sintetiza su propia vivencia del sacramento recibido y del ministerio ejercido, Tomás Penacino, en un testimonio escrito para la revista “Umbrales” en junio del presente año.

En su saludo, el obispo monseñor Ariel Torrado Mosconi afirmaba el sacramento del diaconado es un verdadero don para toda Iglesia particular que, a su vez, recuerda a todo el pueblo de Dios y a cada cristiano en particular su dimensión “servicial”. La iglesia está en el mundo para evangelizar, sirviendo a la humanidad de tantísimas maneras distintas en el amor. Cada cristiano, por su propia vocación bautismal, está llamado a trascender los límites egoístas de la autorreferencialidad para donarse en un servicio de caridad, cada uno según su lugar en la vida.