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25 mayo, 2017

“Nuestra patria requiere de un pacto ciudadano”

En un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, y como es habitual en nuestro país desde el primer gobierno patrio, el obispo, Monseñor Ariel Torrado Mosconi celebró el Te Deum en la Catedral diocesana, agradeciendo a Dios por el surgimiento del Estado Argentino.

En su homilía reconoció que “una de las raíces más profundas de nuestros males” es la corrupción y la comparó con “una llaga abierta que supura dese hace demasiado tiempo”. Resaltó para ello las consecuencias que esta genera en la vida cotidiana de los ciudadanos. “Desde hace más de cuarenta años nos afectan cíclicamente las inundaciones: no se trata simplemente de una catástrofe natural sino que mucho tiene que ver con la incapacidad y la negligencia de aquellos que deberían haber previsto y ejecutado las obras necesarias para solucionarlas. A diario nos golpean accidentes de ruta que cobran sus víctimas: no se trata de una casual fatalidad sino también de una de las consecuencias de obras siempre postergadas. Nos preocupa y abruma el crecimiento exponencial del consumo de alcohol y drogas entre adolescentes y jóvenes: mucho tiene que ver la omisión o convivencia de distintos factores de poder de diferente nivel con la acción criminal de los narcotraficantes y espurios intereses económicos”.

Sin embargo aseguró que “no todo está perdido” y que hoy el pueblo argentino cuenta con enormes fortalezas para enfrentar estos desafíos. “Hay un “humus” sano, fértil, todavía insuficientemente cultivado, en lo más hondo de nuestra gente, capaz de dar muy buenos frutos, que sean a la vez medicina para nuestros males y alimento en el camino de la renovación. Tal coincidencia bien puede ser una plataforma o espacio de encuentro, la base para un consenso nacional”, remarcó el prelado frente a las autoridades políticas, policiales, judiciales y ante las instituciones presentes.

Por eso convocó a sumarse y comprometerse “sin titubear  ni un momento” en un pacto ciudadano. Y apeló estimuló  a los creyentes a guiar sus actos a través de tres virtudes fundamentales: la magnanimidad, el coraje y la esperanza. “La grandeza de espíritu y generosidad para superar las mezquindades; la valentía para animarse a cortar con la perversidad de la mentira, de la ventaja y del aprovechamiento …” y, una profunda fe. “Sin ella dejamos de aspirar a lo mejor, nos paralizamos y claudicamos en el pesimismo. Y los creyentes deberíamos ser agentes contagiosos de esperanza…Recordemos que las palabras de Jesús nos hablan de felicidad, de bienaventuranza. Y la felicidad es, también, el deseo connatural al ser humano y la aspiración última de una sociedad”.

Por último exhortó a los presentes a guiarse en este sentido. “Únicamente por esta senda avanzaremos hacia una nación en paz y con ciudadanos felices”.

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