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Pensamiento y mansedumbre: el legado del papa-teólogo
Joseph Ratzinger, quien fue el Papa Benedicto XVI Romano Pontífice desde 2005 hasta 2013, acaba de fallecer en la ciudad de Roma de la cual fue su Obispo. Reconocido, tanto por quienes están de acuerdo o no, como uno de los pensadores más lúcidos de nuestra época, contándolo entre los mejores teólogos cristianos y gran pastor de la Iglesia universal que culminó su papado con un magnífico gesto de humildad, coraje y responsabilidad.
Sin lugar a dudas, en estos días, se hará memoria de cuanto ha significado su vida en el mundo y en la Iglesia. De lo vasto y rico de su legado, bien puede destacarse su aprecio por cuanto la cultura judeo-greco-romana ha significado para la humanidad. Esto lo puso de relieve, por ejemplo, en su célebre debate con el filósofo Jürgen Habermas. En tanto teólogo, su pasión por poner de manifiesto la “esencia del cristianismo” y reflexionar sobre el lugar y cometido de la Iglesia en el mundo actual, hacen vigente toda su producción teológica. Su misión pastoral, sobre todo como Papa, estuvo caracterizada por su deseo y propósito de reforma -este era el término que utilizaba repetidamente para referirse a tal obra- tanto a nivel universal como en la propia curia romana.
Deseo ahora recordar el influjo de su figura y pontificado en nuestra Iglesia local nuevejuliense, apreciando y agradeciendo lo que hoy podemos considerar su marca y herencia. En primer lugar, destaco que su figura, enseñanza y predicación estuvieron muy presentes en el magisterio de mi antecesor, nuestro obispo emérito monseñor de Elizalde. Los Sínodos de la Palabra y de la Nueva Evangelización constituyeron la temática no solamente de las semanas de estudio del presbiterio sino de los encuentros diocesanos de catequesis y varios eventos pastorales. Luego, el “Año de la Fe” significó para nosotros desplegar un esfuerzo misionero para llegar a cada rincón de la diócesis y profundizar los contenidos de esa fe. En este sentido, se llevaron a cabo muchas iniciativas pastorales que aún son recordadas en las comunidades y dieron su fruto espiritual y de apostolado. También el “Año sacerdotal” fue vivido con alegría por sacerdotes y seminaristas, sobre todo, porque propuso como modelo la figura del Santo Cura de Ars, tan cercano a la vida del sacerdote de nuestras parroquias. Personalmente, nunca olvidaré que fue el Papa que me llamó al orden episcopal, enviándome entonces a la recordada diócesis de Santiago del Estero. Y, no puedo dejar de mencionar lo recogido “al pasar” en tantas conversaciones con los fieles: guardan un recuerdo cariñoso de un hombre sabio, humilde y manso.
El Papa Francisco, ya en las primeras veces en que se refirió a su antecesor, con una metáfora sencilla y profundamente evocativa dijo: “Es como tener al abuelo en casa”. Y esto resume lo más significativo de la herencia de Joseph Ratzinger: Iglesia, familia, pequeño rebaño, misterio de comunión y misión. ¡Gracias Benedicto XVI por tu vida, servicio y testimonio!