Noticias, Palabras del Obispo
Primer Mensaje de Mons. Ariel Torrado Mosconi
Con gozo y emoción quiero dirigirme por primera vez a mi querida diócesis de Nueve de Julio. Les aseguro que ya amo intensamente a esa querida Iglesia nuevejuliense y oro cada día por ustedes.
El querido Papa Francisco me envía como Obispo Coadjutor a la tierra y al pueblo donde he nacido a la vida y a la gracia; y donde transcurrió mi niñez. Al lugar donde tengo sepultados a mi padre, abuelos y bisabuelos. Es un volver a mis raíces, a mi Nazaret, ahora con la misión de ser pastor de mi propio pueblo, acompañando al querido Mons. Martín de Elizalde.
Estoy llegando a esa diócesis al cumplir mis veinticinco años de sacerdote. Siento que estoy en una etapa de la vida en la que ya he acumulado mucha experiencia, y aún me queda fortaleza para el trabajo. Espero, con la gracia de Dios, poder dar lo mejor de mí y que puedan recibir el fruto maduro de mi entrega. Considero que ahora en la madurez de mi vida el Señor me vuelve a llamar como un día lo hizo con Pedro. ¿Me amas? Apacienta mis ovejas. Es el “sígueme” de Jesús en Juan 21, al que hoy quiero responder.
Mi ministerio ha sido forjado por casi veinte años sirviendo como formador en el seminario de Buenos Aires y en distintas parroquias porteñas. Hasta que en el año 2008 he sido designado como obispo auxiliar de Santiago del Estero. Estos últimos años han significado para mí una verdadera escuela humana y de fe en la que he aprendido tantas cosas de la cultura y religiosidad de mis queridos hermanos santiagueños.
Esta mezcla de un “venticinqueño aporteñado” y de un “porteño santiagueñizado” es el que hoy llega para servir entre ustedes.
No llegaré con ningún plan preconcebido. Quiero acompañar muy de cerca la vida de ustedes, tal como nos enseña el Papa Francisco. A veces yendo adelante para marcar el camino, otras en medio, compartiendo la vida de ustedes, y en muchos momentos detrás, esperando a los que han quedado rezagados o siguiendo el “instinto espiritual” de las ovejas que saben encontrar el camino que conduce a la vida.
El proyecto pastoral, junto a Mons. Martín de Elizalde a quien ayudaré con generosidad y lealtad, no es otro que el querer vivir cada vez con mayor profundidad esa “brújula segura” del concilio vaticano II, formar en la fe, celebrar, vivir y orar según las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica, y renovar el espíritu misionero en una verdadera conversión pastoral según el espíritu de Aparecida.
Queremos una Iglesia misionera tal como lo plantea el Papa Francisco en Evangelii Gaudium. Una Iglesia de puertas abiertas para que todos encuentren en ella su lugar, y en salida que va a buscar a los que no vienen. Una Iglesia que es capaz de vendar y consolar a tantos hombres y mujeres heridos y lastimados por la vida. Una Iglesia que en esta etapa de la evangelización quiere estar marcada por la alegría. Esa alegría cristiana que brota de la experiencia del amor misericordioso de Dios, y de querer y de dejarse querer por los hermanos.
Quiero en este primer mensaje dar una palabra especial de afecto y cercanía a los sacerdotes, mis principales colaboradores, a los que espero cuidar, alentar y ayudar como padre, hermano y amigo para que su vida se identifique cada vez más con su misión: hacer presente a Cristo que pasa de nuevo en medio del pueblo. Gracias por tanta generosidad y abnegación.
Un saludo cariñoso a los religiosos y religiosas que con su carisma enriquecen la vida de esta Iglesia particular. Gracias por su testimonio evangélico y por su entrega pobre, casta y obediente que nos alienta a todos a la santidad.
También mi reconocimiento a los laicos que colaboran mas estrechamente en las comunidades en la liturgia, la catequesis y la caridad. No se cansen de servir con humildad y sencillez. Igualmente a los fieles que a través de su trabajo cotidiano construyen el reino de Dios en medio del mundo.
Mi afecto y mi compromiso de acompañar a las familias que unidas en el amor constituyen la primer Iglesia doméstica. Un saludo en particular a los niños y jóvenes, los predilectos de Jesús y también los míos, para que respondan con generosidad al sueño grande que Dios tiene preparado para con ustedes.
Todo mi cariño y consuelo a las personas ancianas y enfermas. Necesito de ustedes. Esta misión no la podré realizar sin el ofrecimiento de sus sufrimientos. Durante mis años de ministerio he podido comprobar que la cruz es la que hace fecunda la acción pastoral de la Iglesia, mucho más que cualquier plan pastoral apoyado en la mera eficacia humana.
Un especial saludo a todos aquellos que por diversas circunstancias se sientan lejos de la Iglesia Católica. A ustedes también quiero acercarme con afecto y mucho respeto para anunciarles el amor de Dios y espero que puedan sentir que la Iglesia es su casa.
El Cardenal Bergoglio, hoy el Papa Francisco, el día de mí ordenación episcopal me recordó que el Señor me decía: sígueme, apacienta y déjate ceñir. Hoy renuevo mi seguimiento a Jesucristo, y sólo a Él. Me comprometo a apacentar, siguiendo a Jesús, Buen Pastor, a este rebaño que Dios me confía, y a dejarme ceñir por las exigencias concretas del ministerio en esta extensa diócesis de Nueve de Julio.
Cuento con la oración y el sacrificio de todos. Les pido por favor que recen por mí y les envío ya desde ahora la bendición. Estoy muy feliz de haber sido llamado a servirlos. Ya estoy ansioso por estar entre ustedes. Que la Virgen Madre los cuide siempre.
+Ariel Torrado Mosconi