Noticias, Palabras del Obispo

26 mayo, 2019

“Reencontrarnos para resurgir”

 

Homilía del Obispo diocesano, Ariel Torrado Mosconi,
Tedeum del aniversario de la Revolución de Mayo
Catedral de Nueve de Julio el sábado 25 de mayo de 2019

El Te Deum es dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos en nuestra patria. Pero, ¿cómo agradecer cuando hace tantos años que estamos pasando situaciones tan difíciles? En efecto, sobre el conjunto de los argentinos recae el peso de los vaivenes y avatares de la economía y la política. Ello se deja sentir, sobre todo, en la mesa de nuestros conciudadanos más desfavorecidos o excluidos de los bienes necesarios para vivir dignamente. Se manifiesta también, en un estado de ánimo creciente de desaliento y escepticismo. Con esto nos encontramos cuando le “tomamos el pulso” -por así decirlo- a nuestra sociedad.

Cuando indagamos o auscultamos más hondamente, palpamos una llaga abierta que no termina de cicatrizar en nuestra patria. Es la herida de la división y los desencuentros, las rivalidades y los enfrentamientos, la puja de intereses sectoriales y las mezquindades, junto a un individualismo indiferente e indolente, que pareciera ir en aumento. Junto a estas constataciones poco halagüeñas, no puedo dejar de señalar a esa gran mayoría de argentinos de ámbitos y geografías tan diferentes, que cada mañana vuelven a comenzar y apuestan por salir adelante, aunque más no sea, por ese día. No son grandes teóricos ni visionarios, tienen aciertos y desaciertos, intentan hacer el bien como pueden, muchos luchan simplemente por sobrevivir. Aquí, en nuestro pago chico, es el obrero y la empleada, o el productor agropecuario y el tambero, el comerciante, la docente, quienes cotidianamente entrelazan esa red que hace posible que nuestra sociedad se mantenga viva, aún con sus problemas. No son mediocres sino el vasto y amplio sector de la normalidad y el sentido común. Deseo llamar la atención sobre esta vasta franja de ciudadanos de todas las edades, porque son un gran capital activo para la nación. Una reserva tan intangible como valiosa y real. Son la parte sana de la argentina. Es esto, cuanto nos permite contar con mucha gente para recomponernos como nación y reimpulsarnos hacia el futuro con esperanza.

Hoy, una vez más, autoridades, representantes de instituciones y entidades sociales, chicos y adultos, creyentes y personas de buena voluntad, nos hemos reunido para la oración de acción de gracias por el aniversario de la Revolución de Mayo y para suplicar confiadamente por nuestra nación poniendo ante Dios su realidad y presente. Por eso también, nos ponemos a la escucha de la Palabra divina para que su luminosa sabiduría guíe y oriente nuestros pasos.

El profeta Isaías, habla a un pueblo en vías de reconstrucción con un tono claramente esperanzador y exigente a la vez. Les dice que pasarán de ser un desierto a convertirse en un vergel, si dejan habitar la justicia en medio de ellos. Y el fruto de esa justicia -prosigue diciendo diáfanamente- será la tranquilidad y la seguridad que llevan a la paz. ¡Impresionante actualidad del texto sagrado! “Habitará el derecho y la justicia morará”. También el acatamiento a la ley y la recta administración de justicia son hoy sentida, urgente e imperiosa necesidad en nuestra argentina. Es una de las primeras, básicas y fundamentales realidades que hacen falta para recomponernos y resurgir verdaderamente como sociedad. La justicia, el derecho, el cumplimiento de la ley nos libran tanto de la impunidad ocultadora de la corrupción cuanto de la sed de venganza igualmente dañina y destructora. ¡Que hermoso sería poder decir: en ese pueblo habita la justicia! No renunciemos al ideal de trabajar por conseguirlo.

El evangelio de san Juan pone esas palabras de amor en boca de Jesús en el momento más entrañable y culminante de su vida. Son palabras que caben a toda persona de buena voluntad, “palabras buenas” capaces de transformar a las personas y a las sociedades. Pero ese amor no es ni “pseudo romanticismo ingenuo” ni “super idealismo inalcanzable”, bien se puede concretar en el respeto, la comprensión, el servicio, la solidaridad, y hasta en el perdón. Ellos son los genuinos componentes de ese amor que humaniza realmente a las personas y hacen de una sociedad verdaderamente tal, por que la ligan mediante vínculos sanos y buenos. El amor nos llama a entrar en una dinámica de reciprocidad y reclama el encuentro. El reencuentro entre los argentinos es una tarea pendiente y la condición para “destrabar” aquellas situaciones que nos impiden salir adelante. Desgraciadamente, desde algunos sectores se favorecen los las divisiones y los enfrentamientos. Debemos caer en la cuenta que esto nos destruye.  Podrá ser rédito temporario para algunos pocos pero terrible pérdida para el conjunto de la nación. En un año de elecciones debemos tenerlo presente: una cosa es la necesaria, sana y leal competencia electoral y muy otra son las siniestras operaciones de cualquier tipo con tal de conseguir votos.

Al reflexionar sobre la realidad de nuestra patria e iluminados por la palabra del Señor Jesús, no podemos dejar de tener presente las necesidades, carencias y sufrimientos de nuestros conciudadanos más pobres. Ellos, junto a la tragedia de situación, suelen ser víctimas de la manipulación electoralista o de la indiferencia de cuantos se excusan diciendo “son pobres porque quieren”. Cierto que hemos perdido el valor del esfuerzo, la responsabilidad y el compromiso. Ello, conjugado con un individualismo insensible e indiferente a las necesidades de los demás, ha llegado a ser una combinación letal contra el bien común y los más necesitados. Por todo esto, el reencuentro entre los argentinos reclama un cuidarnos mutuamente, una custodia recíproca, que nos haga crecer y fortalezca, en vez de ahondar oposiciones y debilitarnos como conjunto social.

El desafío para cada uno de nosotros, habitantes de esta localidad, radica en llevar a la práctica y concretar estos valores y actitudes. No olvidemos que la “vecindad” y la “cotidianeidad” son como dos coordenadas en la cuales se hacen realidad los grandes principios, proyectos e ilusiones. Es “aquí y ahora” donde y cuando se verifica la calidad de nuestro compromiso y responsabilidad, desde lo pequeño de nuestro pueblo vamos reconstruyendo la grandeza de la nación.

Queridos hermanos, conciudadanos y vecinos todos: la Iglesia suma hoy su voz llamando, invitando y proponiendo, en la conciencia y responsabilidad de saberse parte integrante de la patria y en el deber de comprometerse con su destino y bienestar de sus habitantes. Y es aquí cuando deseo y siento la enorme responsabilidad de levantar y sumar mi voz uniéndome a cuantos promueven, defienden y cuidan la vida en todas sus etapas desde la concepción hasta su fin natural. En ello se pone en juego y define una opción y un estilo de vida respetuoso, solidario y compasivo o, por el contrario, egoísta, individualista e indiferente. Son las consecuencias a las cuales nos llevan nuestras mismas decisiones. ¡Cuidemos la vida, toda vida humana! Por eso, deseo de todo corazón y ruego a Dios se hagan realidad en nuestra patria -mediante el reencuentro, el respeto por las leyes y el cuidado mutuo- esas bellísimas palabras del salmo que acabamos de escuchar:

 

El amor y la verdad se encontrarán,
la justicia y la paz se abrazarán;
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos”. 
(Salmo 84)

 

+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio