Palabras del Obispo
Orientación para los colegios católicos, diocesanos y congregacionales
ORIENTACIONES PARA LOS COLEGIOS CATÓLICOS, DIOCESANOS Y CONGREGACIONALES
Mensaje de Mons. Martín de Elizalde OSB
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
Encuentro con los Representantes Legales y Directivos
Nueve de Julio, 11 de julio de 2014
Queridos amigos:
La misión educativa de la Iglesia se realiza de muchas maneras, comenzando por la instrucción recibida en la familia, la enseñanza que se trasmite en la catequesis sacramental en la parroquia, y en los colegios, institutos y universidades que pertenecen a la Iglesia. Este último ámbito es sumamente importante, y el Pastor de la diócesis debe prestarle mucha atención, invitando a comprometerse en la vocación del docente cristiano a quienes se desempeñan en él, acercando al alumnado la enseñanza del Evangelio e invitándolo a la participación sacramental y misionera y en el testimonio de vida. Ello debe alcanzar también a los padres y demás familiares de nuestros estudiantes, llevándoles este mismo mensaje e incluyéndolos en una obra que es de todos y para todos.
El objetivo y el método de la educación
La educación de nuestros colegios debe reunir una triple característica:
- Integral
- Cristiana
- Evangelizadora
En estos tres puntos incluimos el conjunto de la misión educativa, con todos los miembros de la comunidad educativa como actores y destinatarios de la misma, cada uno según su condición. Esto significa lo siguiente:
La educación debe ser integral. La necesidad reconocida de educar a nuestros niños y jóvenes se encuentra en la intención fundacional de las escuelas, para ofrecer a todos esta oportunidad. Sin la iniciativa de la Iglesia ello no hubiera sido posible para muchas generaciones de jóvenes que residían y residen actualmente en poblaciones más pequeñas o lugares apartados, y de escasos recursos. La enseñanza en nuestros establecimientos está incorporada en el sistema educativo de la República, según la legislación vigente – existe un único sistema, que comprende dos subsistemas: gestión estatal y gestión privada. Nos proponemos, y debemos esforzarnos siempre, para que ella sea de calidad, tanto en la metodología pedagógica como en los contenidos ofrecidos. Debe privilegiar la interrelación de las disciplinas, promoviendo la integración armónica del saber. Se realiza desde una perspectiva cristiana, con su concepción antropológica propia, que incorpora la dimensión espiritual del hombre, abierto a la trascendencia. Considera que tiene que formar las conciencias, para que las aspiraciones y deseos, las acciones y las conductas, sean evaluadas y regidas para conocer y amar a Dios, Padre y Creador; busca procurar el bien, consolidar los lazos de comunión responsable, sentar las bases de un desarrollo que conduzca a la madurez humana y al equilibrio, con el reconocimiento de la responsabilidad de cada uno sobre su propia persona, su familia y allegados y la sociedad entera. Desde estos principios, que llevan a una educación que puede formar el carácter, se afirman las bases del verdadero humanismo, que responde a la condición de la creatura de Dios, llamada a una felicidad sin término, que es anticipada de manera incipiente, todavía frágil, en la vida terrena de cada persona humana. En este aspecto no puede estar ausente la fe de la Iglesia, vivida en el testimonio y la conciencia de los maestros, que de su encuentro con el Señor Jesús en la vida eclesial, los sacramentos y la oración, se vuelven trasmisores del Evangelio, formándose para formar. Ellos dan testimonio para inspirar a quienes tienen a su cargo, reflexionan y profundizan para responder a los interrogantes y a las necesidades de los alumnos y de sus familias, ejerciendo así una función de iluminación por la fe, que revela el sentido de la existencia a quienes, aún niños y jóvenes, se están preparando para participar de ella en el mundo.
La educación debe ser cristiana. Por tratarse de una obra de la Iglesia, la educación católica participa en la unidad de la doctrina de la fe y de la enseñanza sobre el actuar humano (la moral individual, familiar y social), que debe seguir cuanto nos revela Dios en la Escritura y se confirma y propone con nueva fuerza y vigencia en la predicación de la Iglesia. Estos contenidos deben estar presentes en la educación formal de nuestras escuelas. Por eso, es nuestra responsabilidad que la enseñanza trasmita los valores evangélicos, que ellos iluminen la inteligencia y la voluntad de los alumnos, que la enseñanza de las distintas disciplinas los tenga en cuenta y que en este proceso no se soslaye el anuncio de la verdad ni se eludan las respuestas a los interrogantes que plantea la cultura moderna y el ambiente de nuestra sociedad en este tiempo, para responder a ellos desde esta perspectiva. No puede faltar la referencia explícita a la Iglesia y a su doctrina, a las Sagradas Escrituras, a la liturgia y a los sacramentos, a las virtudes morales, a la tradición cristiana y su desarrollo histórico, en el plano de la información, en primer lugar, pero también, desde la convicción de la comunidad de fe, encomendando su alcance para iluminar, orientar y sanar en la vida del hombre, que tiene un alma inmortal y un destino sobrenatural. De este modo se podrá educar en la libertad auténtica, para que cada uno, conociendo su vocación como persona, pueda seguir ese llamado y alcanzar las metas ofrecidas.
La educación debe ser evangelizadora, es decir, procura atraer a la fe revelada el corazón y la inteligencia de los que componen la comunidad educativa. Es claro que los padres que eligen nuestras escuelas para sus hijos deben conocer esta finalidad, que no puede ser ocultada; al mismo tiempo se garantiza la libertad de conciencia, apartándose de cualquier conducta que pretenda imponer una creencia. Hay que notar los puntos siguientes:
- Se ha de prestar especial atención a las disciplinas que son centrales en la formación de la persona y para ofrecerle una visión cristiana: moral, filosofía, historia, biología y ciencias, doctrina social y política;
- No puede faltar la catequesis explícita, que instruya en la fe y en la práctica cristiana. Esto no significa solo ni necesariamente la catequesis sacramental, – que está presente en nuestras escuelas, en vínculo y colaboración con la parroquia -, sino la formación religiosa, la iniciación en la Sagrada Escritura, el conocimiento de la doctrina de la Iglesia, los principios de la moral personal, familiar y social;
- La escuela facilitará las oportunidades para que se realicen celebraciones eucarísticas y del sacramento de la Reconciliación, encuentros de oración, retiros, jornadas formativas y de espiritualidad, actividades misioneras, etc., tanto para el alumnado como para los docentes y auxiliares y las familias;
- Se mantendrá una relación permanente con la parroquia, solicitando el acompañamiento litúrgico y espiritual del sacerdote, y haciéndose presente la escuela en las ocasiones en que se reúne la comunidad parroquial (fiestas patronales, misiones, actividades caritativas, colaboración material, solemnidades litúrgicas, etc.).
- Si se realiza la catequesis sacramental en la escuela, sus contenidos serán supervisados por el Cura Párroco, a quien corresponde esta responsabilidad.
Elementos para consolidar la identidad de nuestras escuelas
- La Constitución de la Provincia de Buenos Aires (1994) expresa lo siguiente:
“Artículo 199.- La educación tendrá por objeto la formación integral de la persona con dimensión trascendente y el respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales, formando el carácter de los niños en el culto de las instituciones patrias, en el respeto a los símbolos nacionales y en los principios de la moral cristiana, respetando la libertad de conciencia”.
Esta disposición se aplica a la educación en su conjunto y a la totalidad de los establecimientos de enseñanza, pero debe ser tenida muy presente a la hora de aplicar los programas en nuestros establecimientos. Además, el subsistema privado, al que pertenecen estos, se rige con una modalidad que prevé una supervisión diferente (no unificada con la de las escuelas oficiales). Como escuelas confesionales se les reconocen espacios propios garantizados para trasmitir aquellos contenidos vinculados esencialmente a la doctrina cristiana y a la vida eclesial, y los mismos programas de las asignaturas deben ser impartidos según los principios profesados (por ejemplo, en los temas de moral sexual, antropología, reproducción, enunciados políticos, doctrina social).
Es preciso recordar que el aporte estatal para nuestras escuelas no es un subsidio que se da a la Iglesia, sino un aporte para que los padres puedan ejercer el derecho que tienen de elegir la educación que desean dar a sus hijos. Por otra parte, este aporte, que representa apenas el 12 % del presupuesto educativo de la Provincia, permite educar al 32 % de la matrícula de la jurisdicción, porcentaje que está en constante aumento. La insistencia interesada de algunos sectores en la afirmación que, por causa del aporte a las escuelas privadas, el presupuesto educativo no alcanza para la enseñanza estatal gratuita, no corresponde en absoluto a la verdad.
- Cuando se organicen a nivel provincial o nacional cursos, capacitaciones y encuentros sobre cuestiones que se refieren muy de cerca a los principios cristianos y a la concepción de la existencia desde el Evangelio, y en los que se proponen o promueven contenidos que están en oposición con dichos principios, nuestras escuelas confesionales, tanto diocesanas como congregacionales, consultarán oportunamente con la JUREC si deben participar o no, o estar solamente representadas. Por su parte, los directivos deben estar en condiciones de asegurar que se ofrece la necesaria capacitación a sus propios docentes en los ámbitos de esas disciplinas, desde la perspectiva de la doctrina de la Iglesia.
- El Ideario de la institución y el Proyecto educativo tienen que ser conocidos, pues en ellos se fundamenta la marcha de la escuela. Se lo debe tener en cuenta al elaborar y aplicar el Código de convivencia y para las otras iniciativas que puedan llegar a interesar la marcha de la institución, como implementar el Centro de estudiantes y la Unión de padres, la realización de campañas en la escuela sobre temas políticos y que puedan afectar la doctrina y la moral cristianas. También se regirán las escuelas por los mismos principios para participar en campañas, jornadas, encuentros, juntamente con otros establecimientos del área estatal, y para la cesión de sus locales para estos usos. En caso de duda, se deberá consultar a la JUREC.
- Con motivo de la sanción de leyes que han modificado la estructura civil de la familia, dándole diferentes formas y reconociendo incluso acciones que no están de acuerdo con la enseñanza evangélica y la doctrina cristiana, se percibe una creciente distancia entre lo que es moralmente lícito y lo que es posible según la legislación positiva vigente. Este hecho tiene que ser bien comprendido y explicado, pues:
- por una parte, se desconoce el fundamento natural y la razón propia de la norma moral, que está orientada al bien común,
- y por otra, queda relativizado el valor de las conductas y acciones, subjetivizándolas y haciéndolas depender de una elección o de una construcción voluntaria.
Pasos concretos en el futuro próximo
Para no quedar en enunciados abstractos y en propuestas sin continuidad, tenemos que precisar los objetivos inmediatos, que ya debemos comenzar a aplicar, con el objetivo de ofrecer una educación integral, conforme a la naturaleza y vocación de la escuela católica, y de auténtica calidad:
- Se cursó oportunamente este año una invitación a todos los establecimientos que integran la JUREC para que envíen profesores y docentes a los cursos a distancia que se dictan, a cargo de la Universidad FASTA y el CEC (La Plata). Lamentablemente, no se alcanzó el número mínimo de inscripciones requerido; volveremos a lanzar este ofrecimiento antes de fin de año, con la esperanza de poder realizarlo el año próximo con una respuesta suficiente. Existe la posibilidad de becas, ofrecidas por el Obispado, para quienes hagan el curso, y sean presentados por los establecimientos de la JUREC.
Este esfuerzo apunta a una afirmación de la identidad de la escuela católica y una mejor y más fundamentada formación de los docentes, que tendrá un innegable efecto positivo en la vida y el pensamiento de quienes han recibido la responsabilidad de evangelizar por la enseñanza. La vocación del educador católico es la base que permite incorporarse a una tarea tan hermosa y tan necesaria, y esta vocación tiene que ser enriquecida y renovada constantemente, para que no se vuelva una actividad rutinaria e indiferente.
- Hay que fomentar la solidaridad y la coordinación entre nuestros colegios. Un buen ejemplo fue el torneo deportivo, realizado en Lincoln, y también nos alegra reconocer la generosidad existente para apoyarse entre los establecimientos, para hacer frente a necesidades urgentes. La comunicación entre las escuelas para la optimización de los recursos pedagógicos, los intercambios y las actividades compartidas son muy útiles para fomentar el sentido de pertenencia y establecer vínculos de fraternidad entre las comunidades educativas, que, a su vez, son parte de la gran comunidad de la educación católica en el territorio diocesano.
- Hay dificultades que se encuentran ahora en nuestra sociedad, y que seguramente van a ser más frecuente y repetidamente presentes en el medio de la educación de los jóvenes. Ello reclama una respuesta que sea a la vez caritativa e integradora y también consecuente con la enseñanza del Señor Jesús: es la referida a las cuestiones de género, a las adicciones (alcohol, droga, sexo), a la preparación para formar una familia por la educación en un amor sano, fiel, leal, estable y casto, al respeto por la vida. Nuestras escuelas, que han estado siempre abiertas a todos, especialmente en los casos que revisten mayor urgencia y necesidad, no pueden quedar indiferentes frente a la situación que viven tantos hermanos y hermanas nuestros. Al mismo tiempo, somos conscientes que nuestras actitudes tienen que reflejar la bondad y la misericordia de Dios, que es Padre, y se manifestó en su Hijo, Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, por lo que no podemos callar cuanto el Evangelio nos dice ni dejar de promover su conocimiento y práctica entre quienes acuden a nuestros colegios.
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Queridos hermanos y hermanas:
La importancia de la misión de la Iglesia en el campo de la educación nos invita a una reflexión profunda y sincera; esperamos que ella sea fecunda con la ayuda de la gracia, que imploramos en la oración. Nos preocupamos por nuestras instituciones, porque a través de ellas podemos contribuir al bien de nuestros hermanos, especialmente de los niños y jóvenes que son ciertamente una porción tan vulnerable de nuestra gran familia humana. Valoramos la instrucción; más importante aún es la formación humana y espiritual, y creemos firmemente que su compleción se encuentra en el acceso al Evangelio y en la incorporación en la familia de Dios, que es la Iglesia.
Pidamos a Dios Nuestro Señor que bendiga y acompañe la obra de la educación católica y que retribuya a quienes trabajan generosamente en ella, para poder alegrarnos con los frutos que no dejarán de hacerse presentes en las generaciones nuevas, y para que lleguen a ser protagonistas de la Nueva Evangelización a la que nos convoca la Iglesia. Invocamos a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, Sede de la Sabiduría, primera Maestra de su Hijo, para que nos acompañe en este camino, que quiere ser expresión del amor que Dios nos tiene.
Mons. Martín de Elizalde OSB
Obispo de Santo Domingo en
Nueve de Julio, R. Argentina