Palabras del Obispo

Casa de Comunión, Hogar de todos

 

Homilía del obispo diocesano
en la consagración del altar y dedicación de la iglesia
del Santuario diocesano de Nuestra Señora de Fátima,
Nueve de Julio, jueves 13 de diciembre de 2018

 

La Palabra de Dios proclamada y los gestos rituales que vamos a presenciar nos muestran claramente cuál es el significado más hondo de esta celebración y su sentido para nuestra vida cristiana. Me gustaría compartir una reflexión sobre tres realidades evidentes de esta liturgia e igualmente fundamentales para la fe y el seguimiento del Señor: el Santuario, el Altar y la Palabra.

 

 Casa

 “Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo” esta afirmación del  libro del Génesis y el Evangelio de Lucas nos ayudan a descubrir, también, el cometido de este lugar en la obra de Dios y la misión evangelizadora de la Iglesia: lugar de vida, salvación y esperanza. La iglesia dedicada hoy solemnemente a Dios en honor de la santísima virgen María, es lugar que nos reúne, cobija y refugia. Es espacio privilegiado para el encuentro y la experiencia de Dios. Todo en él nos habla de la presencia de Dios y nos llama a descubrirlo cercano en la vida.

María, reunida en el cenáculo con los Apóstoles y la primera comunidad de los creyentes en oración, es todo un llamado para la comunidad de este santuario a imitarlos y reproducir aquel testimonio hoy y aquí. El pasaje evangélico del encuentro de Jesús con Zaqueo y su conversión, nos muestra esta realidad: lugar donde puede comenzar una nueva vida, una existencia renovada por Dios mismo. Siguiendo la clara, insistente y fuerte llamada del Papa Francisco a ser una “Iglesia hospital de campaña” hagamos el propósito de serlo nosotros también haciendo de este lugar un espacio para que todos se sientan en su casa  y puedan encontrar alivio quienes cargados con la mochila de las preocupaciones y sufrimientos de sus vidas vienen a descansar un poco y recobrar fuerzas.

 

Mesa

“Sea el lugar de íntima comunión y paz” así reza la oración de consagración del altar. El misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús es celebrado cotidianamente en este altar. Es el signo más entrañable, fuerte y hermoso de su amor por todos y cada uno de nosotros. Aquí irrumpe, se derrama y desborda la misericordia divina sobre nuestra humanidad pobre, enferma y pecadora, siempre necesitada de redención, sanación, liberación, alegría y consuelo. Sobre este mismo altar nosotros ofreceremos la vida entera: nuestras alegrías y penas, dolores y esperanzas, nuestro arrepentimiento y propósitos, nuestra súplica e intercesión por los demás. Aquí el Padre misericordioso, por la obra misteriosa de su Espíritu Santo, nos da como alimento al Verbo y Pan de vida, su Hijo Jesucristo.

María, “mujer eucarística” -como le gustaba llamarla a san Juan Pablo II, con cuyo cáliz regalado a esta iglesia por él, portado por el cardenal Pironio, estamos celebrando- es  ejemplo de entrega confiada a la voluntad y ofrenda confiada de toda su existencia a la obra del Padre. “Fiat”, hágase, y “Magnificat”, mi alma canta las maravillas del Señor, son dos palabras de la Virgen Madre profundamente “eucarísticas”, son un sí confiado y una alabanza agradecida.

¡Quiera Dios que en cada eucaristía celebrada en este altar descubramos las maravillas del Señor y renovemos nuestro sí confiado y generoso como María!

 

Palabra

“Resuene en esta casa la Palabra del Señor” con esta aclamación se comienza a utilizar el ambón como lugar desde donde se proclaman las lecturas de la Sagrada Escritura. Esa Palabra es anunciada para que llegue a resonar en lo más íntimo de nuestro ser e ilumine toda la existencia para que vivamos en la verdad, descubramos la voluntad de Dios y caminemos por la senda del bien y del amor.

María, para quien dedicamos este lugar, es el mejor modelo de escucha, cumplimiento y fidelidad a la Palabra divina.

¡Cómo deseo que este lugar llegue a ser un espacio de silencio para que todos podamos percibir la voz de Dios, para intimar con él en la oración y para salir renovados al tener aquí una fuerte experiencia de la presencia y la obra de Dios!

 

Casa de Comunión, Hogar de Todos  

No puedo menos que relacionar cuanto aquí estamos viviendo en esta celebración con el objetivo pastoral diocesano “caminar en comunión para anunciar a todos la alegría del Evangelio”. Puede decirse que el Santuario es el lugar más indicado, adecuado y apropiado para llevar a la práctica y concretar esta meta. ¡A todos y cada uno de nosotros, en la medida de nuestra vocación dentro del santo pueblo fiel de Dios, nos toca hacerlo realidad! Así sea.

 

+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio