Palabras del Obispo

“Cuidemos la vida en nuestro pago chico con un corazón grande”

“Cuidemos la vida en nuestro pago chico con un corazón grande”

Homilía del Obispo de Nueve de Julio, Ariel Torrado Mosconi
Tedeum Viernes 25 de mayo de 2018  – Iglesia Catedral
Conmemoración del 108º aniversario
del primer gobierno patrio

Vivimos en un mundo interconectado, con enormes y admirables posibilidades de comunicación instantáneas superadoras de las grandes distancias, que nos han convertido en una “aldea global”. Esta realidad, a la vez que estupenda es también compleja y paradojal. Junto a lo que se ha dado en llamar la “posverdad”, que termina por dejarnos en la duda y la incertidumbre, existe el riesgo cierto de la “hiperconectividad” que lleva a la desconexión de la realidad tangible, al aislamiento y la soledad. Junto a las grandes y sanas esperanzas, ilusiones y utopías de la humanidad -es preciso señalarlo sin por ello caer en el pesimismo- nos encontramos con una de las llagas o heridas más patentes de nuestra época: el individualismo. Ésta es la raíz de muchos de los males actuales.

En nuestra patria, junto a la agitación por las cuestiones de las necesidades y urgencias de primera necesidad, estamos asistiendo a un debate igualmente paradojal. La discusión parlamentaria -y también mediática y social- por el aborto nos ha llevado a afirmar a la gran mayoría de los argentinos que estamos “a favor de la vida”. Y, sin embargo, a la hora de manifestar posturas, actitudes y proposiciones las concreciones son bien disímiles, diferentes y enfrentadas.

Este es el trasfondo del escenario global y la tierra donde estamos asentados como nación. Y, aunque somos hoy cada vez más “ciudadanos globales” y habitantes de una patria, las coordenadas concretas de nuestras vida se dan aquí y ahora, en esta ciudad (Nueve de Julio). Por eso cabe preguntarse e intentar responder ¿Cómo nos situamos en nuestra propia realidad local y qué hacemos para alcanzar entre todos el bien común? En definitiva la globalización y la nación se definen y resuelven aquí en nuestro “pago chico”, en ese nivel básico local, donde convivimos cotidianamente “cara a cara” y “codo a codo”.

En primer lugar se trata de visualizar el bien común, en qué consiste estar a favor de la vida. ¿Cómo cuidamos la vida aquí en Nueve de Julio? ¿Qué estamos haciendo por las mamás pobres o vulnerables? ¿Qué podemos hacer para que los niños más carenciados puedan tener salud y educación? ¿Cómo tratamos de contener a los adolescentes y jóvenes? ¿Cómo luchamos por prevenirlos del alcohol y las drogas? ¿Qué podemos hacer por evitar los incidentes de tránsito? ¿Qué estamos haciendo para que las familias puedan tener trabajo y acceder a una vivienda digna? ¿Cómo estamos cuidando a nuestros abuelos? ¿Qué estamos haciendo por los chicos especiales o con alguna discapacidad? Este ha de ser el horizonte de nuestra comunidad, nuestra meta, un fin, unos objetivos hacia los cuales caminar, un sentido al cual apuntar. Esto mancomuna intereses y ayuda a superar egoísmos. ¡Hace falta grandeza, magnanimidad, para caminar juntos hacia el bien común!

En segundo lugar tengamos presente que, precisamente, a la consecución y concreción del bien común y el cuidado de la vida se llega por un trabajo mancomunado, generoso y solidario. El diálogo paciente y perseverante que lleva a acuerdos superadores, es el modo y camino cierto y seguro de salir adelante. Debemos hacer un esfuerzo muy grande por no abroquelarnos en nuestros intereses y buscando acordar, dialogar y trabajar juntos en bien de todos. ¡Vale la pena y los resultados se ven a corto plazo!

Y, en tercer lugar, tomar conciencia que una visión y unas actitudes pesimistas, negativas y desacreditantes de todo buen intento, contribuyen a crear una atmósfera de desaliento, desencanto y fracaso que en nada contribuyen a mejorar, superar y crecer. En momentos como este, el “factor esperanza” es fundamental y necesario. Sin caer en ilusionismos o espejismos, es importante que sembremos y contagiemos a nuestro alrededor -especialmente entre quienes más sufren o padecen- un clima de esperanza y optimismo. Las personas de buena voluntad, y los creyentes en particular, tenemos aquí una verdadera misión, tarea y cometido por delante.

Aquí permítanme recordar algo evidente y que nunca deberíamos dejar de tener presente: en situaciones difíciles las consecuencias negativas recaen siempre sobre los más necesitados y vulnerables de la sociedad. Los pobres constituyen siempre las principales víctimas de toda crisis. ¡No lo olvidemos jamás! En momentos de incertidumbre suele presentarse la tentación del “sálvese quien pueda”, pero esto nos lleva invariablemente a la desintegración como sociedad y a deshacernos como nación. El grado de madurez, solidez y fortaleza de un país se mide por capacidad solidaria de proteger a los más débiles en los momentos duros. ¡Este es nuestro verdadero índice de humanización! Ahí de se deja ver el genuino desarrollo, progreso y bienestar de una república.

Ante los desafíos del escenario mundial, la respuesta es la “globalización de la solidaridad” generando una “cultura del encuentro”, capaz de mantenernos comunicados y vinculados genuinamente personas con personas, pueblos con pueblos, beneficiarios y responsables todos de la “casa común” en la cual habitamos. Mirando a nuestra patria, el camino de superación esta en redescubrirnos como auténticos ciudadanos -no meros habitantes o “usuarios”- que asumen su compromiso responsable de ser partícipes de la búsqueda y construcción del bien común. Incentivar, profundizar y afianzar la “amistad social” entre los argentinos es la condición básica para renovarnos, crecer y mejorar realmente como nación. La Iglesia ofrece, una vez más, “sus manos, sus oídos y su mesa” para contribuir y favorecer el reencuentro, la reconciliación y la re-composición de los argentinos.

 Pienso ahora en nuestro “pago chico” donde transcurren y se realizan nuestras existencias cotidianas. Los invito, convoco y llamo a no claudicar en el intento, el esfuerzo y la tarea de hacer de nuestra ciudad, precisamente, “un pago chico, de corazón grande” mediante la generosidad que vence al egoísmo, la solidaridad que supera las divisiones, y la esperanza que triunfa sobre la tentación del miedo y la derrota. Invoquemos al Dios vivo para que así sea.

+Ariel Torrado Mosconi

Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio