Palabras del Obispo

Dolores que generan nueva vida

Homilía
del obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio,
Ariel Torrado Mosconi,
en el aniversario de la Declaración de la independencia nacional,
Iglesia catedral,

viernes 9 de julio de 2021

(Rm 8, 18-25; Sal 104, 27-30; Jn 16, 19-23)

Si hay algo caracteriza este tiempo de pandemia, en que estamos conmemorando un nuevo aniversario de nuestra Independencia nacional, es el sufrimiento por la enfermedad y la muerte. Realidad que ya nos viene acompañando hace más de un año y que no sabemos a ciencia cierta por cuánto más deberemos afrontar.

La Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos hace reflexionar sobre los dolores de parto que dan lugar a una nueva vida. Palabra válida para toda persona de buena voluntad, y no sólo para los creyentes, que nos propone una actitud sabia para mirar la realidad del sufrimiento con esperanza.

En efecto, este tiempo doloroso puede ser estéril, abatirnos y llevarnos a una desintegración como nación; o muy por el contrario puede convertirse en una verdadera oportunidad para engendrar y gestar un renacimiento de nuestra patria.

Por cierto, la pandemia ha acelerado y profundizado los cambios culturales vertiginosos que ya venía sufriendo la sociedad toda. Cambios en los comportamientos, la manera de relacionarnos y comunicarnos, nuevas rutinas y dinámicas sociales. Cambios en la economía, con sus consecuentes derivaciones, en el mundo del trabajo y en el aumento de la pobreza. 7

Cambios en la educación y hasta en las formas de entretenimiento y
diversión. Cambios, incluso, en la modalidad de celebrar o expresar la fe.
Con consecuencias, asimismo, en el interior de cada persona. Cambios en los estados de ánimo, aumento de la angustia, temor y depresión o preocupantes indicios de agresividad, aún a veces, en el seno de las mismas familias.

Todo ello afecta a las personas concretas. Estas situaciones, muchas veces descriptas en estudios y fríos porcentajes, no son meros números o conceptos surgidos del análisis de un cuadro estadístico. ¡Son personas con rostros concretos que sufren!

En este marco doloroso transcurre nuestra existencia cotidiana. A causa de esto, ya hemos perdido las seguridades que nos daban certezas en nuestros proyectos e iniciativas. Nos encontramos teniendo que afrontar el escenario de un mundo nuevo y desconocido, como un niño que sale del vientre de su madre.

Por eso, para encarar, afrontar y asumir esta nueva etapa de la historia, no debemos resignarnos dejándonos abatir por las dificultades o los mensajes pesimistas, que abonan la incertidumbre y profundizan las divisiones.
Hoy conmemoramos que el pueblo y la dirigencia al declarar la Independencia hace más de doscientos años, supieron percibir tanto las dificultades como la oportunidad de aquella coyuntura y obraron en consecuencia. No dejaron pasar la ocasión de gestar un tiempo nuevo. Superando divisiones, con desinterés y capacidad de sacrificio, pusieron
“alma, cuerpo y vida” para conseguir la emancipación. Preguntémonos personal y también en tanto parte de una sociedad: ¿Somos conscientes de estar ante una crisis que es, por eso mismo, una oportunidad para recomenzar? ¿Qué estamos dispuestos a resignar en pro del bien común? ¿Sobre cuáles fundamentos, valores y actitudes vamos a edificar
el futuro? ¿Seguiremos repitiendo fórmulas, actitudes y estilos que llevan
indefectiblemente a la mediocridad y la decadencia en todos los ámbitos?
El desafío para un renacimiento de nuestra patria es pasar, en esta nueva etapa de la historia, del egoísmo a la solidaridad, de la cultura del descarte a la cultura de la acogida, del individualismo a la fraternidad.

Finalmente quiero destacar que para este renacimiento de nuestra patria se hace imprescindible también un “alma”, es decir la motivación espiritual indispensable para volver a empezar y edificar algo nuevo. Sin este fundamento y energía no se puede llegar “ni muy lejos ni muy alto”. El desencanto o el cinismo pueden inhibirnos fácilmente ni bien surjan los conflictos o las dificultades. Una convicción y una fuerza espiritual
permiten sobreponernos y cooperar mutuamente en el camino de la recuperación y el renacimiento nacional, cultural y social.
Al dar gracias a Dios por nuestra patria, propongámonos honrarla con la firme decisión de empeñarnos en este nuevo nacimiento de nuestra nación a través del esfuerzo honesto, desinteresado y generoso, confiando en Dios, que hace nuevas todas las cosas. Así sea.