Educación, Palabras del Obispo

Educar para la Misericordia

Mensaje de Mons. Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
en el Encuentro de Directivos
de Escuelas Católicas de la Diócesis

Nueve de Julio, Colegio Jesús Sacramentado
11 de marzo de 2016

1. Ante todo quiero agradecer el trabajo que vienen realizando a favor de la educación en nuestra diócesis. Conozco el esfuerzo y el sacrificio que implica hoy cumplir con esta misión.

En efecto, educar se nos torna hoy más exigente, especialmente porque cada vez se le pide más a la escuela. Los profundos y vertiginosos cambios culturales han hecho tambalear a la mayoría de las Instituciones. Y por ello cada día se le exige más a la escuela, que es una de las pocas instituciones que aún se mantiene fuerte. Es necesario suplicar la sabiduría que viene del Espíritu para que desde esa unión se pueda responder adecuadamente a estos nuevos desafíos.

2. Hoy vivimos en la Iglesia un momento muy hermoso de renovación. El Papa al haber elegido el nombre de Francisco nos llama a estar cerca de los pobres, pero también a una verdadera renovación eclesial en una vuelta al evangelio.

En efecto, San Francisco de Asís es el paradigma de la renovación eclesial. Él emprendió en el siglo XIII una verdadera revolución espiritual, en un momento crítico de la Iglesia, con la sencillez del Evangelio. Nosotros estamos invitados a unirnos a este espíritu renovador de la Iglesia.

3. Es en esta renovación a la que nos llama el Papa que debe interpretarse este año de la misericordia que ha proclamado. Es por eso que queremos responder a su llamado desde cada área de la pastoral y también desde la educación.

Ante todo debemos ahondar en la comprensión del vocablo misericordia para saber con profundidad a qué nos estamos refiriendo. Algunos matices etimológicos del vocablo nos permitirán profundizar en la materia:
Cordis: corazón. No es un mero sentimiento sino lo que nace y aflora desde lo más profundo del ser. Lo más cierto, verdadero, lo que sale del fondo. Lo verdaderamente genuino y auténtico, lo que en verdad se piensa, se cree y se siente.

Miseria: Tal vez haya que pensar en su doble acepción. Las dos son aceptables. Miseria como indigencia, pobreza, necesidad «vivir en la miseria». Y miseria como maldad, mezquindad, ruindad, proceder bajo o falso «es un miserable».

También debemos tener en cuenta que el hombre contemporáneo cuestiona muchas veces la dinámica pecado-misericordia por considerarlo propio de un orden moral no compatible con otros valores tales como la verdad, la justicia, la exigencia, la responsabilidad. Asimismo, ¿cómo aceptar el mensaje de la misericordia frente a las aberraciones a grande y pequeña escala que cada día presenciamos en el mundo? La misericordia, en este contexto, puede ser vista como un ideal revolucionario, que para ser propuesta de manera exitosa exige de nuestra parte el esfuerzo previo de saber dialogar, captar los cuestionamientos, percibir las dificultades más profundas. Debemos indagar en estos cuestionamientos, percibir estas necesidades, a través del diálogo con los niños y los jóvenes. Asimismo debemos intentar desde la escuela llegar a nuestras familias, a las que son practicantes, a las que se encuentran en crisis y hasta aquellos que dicen no creer. Todos tienen una pregunta que hacer y a todos va dirigido el mensaje de la misericordia. Para ello nos debemos servir de las más variadas expresiones humanas, a partir de las cuales estos planteamientos toman cuerpo: la filosofía, la sociología, el arte, etc.

En el ámbito de la educación se viene acentuando, de cara a las complejas problemáticas de nuestra cultura y sociedad, el valor de la verdad, de la responsabilidad y de los límites. Como forma, incluso, de superación de opciones pedagógicas inspiradas en perspectivas filosóficas o ideológicas de décadas pasadas que tampoco dieron buenos resultados. Respecto de la M es importante tener presente que no se trata seguir ahondando y profundizando esas opciones «libertinas” que dieron tan pocos resultados. No es tampoco «blandura», «debilidad», «flojedad» se trata muy de otra cosa. Es «hacerse cargo» desde lo más profundo de la realidad del hombre desorientado y quebrantado que «produce» nuestra época. Se trata de encontrar una pedagogía inspirada en la pedagogía divina que eduque rescatando, elevando y rescatando.

Es por ello que les pido que trabajemos en un proyecto que nos permita educar para la Misericordia. Éste sería el objetivo para plantearse como comunidad educativa para este año.

4. Para poder diseñar este proyecto nos disponemos a dar estos pasos:

4.1 Reflexionar sobre la imagen de Dios que brindamos como Iglesia. La misericordia no es un mero atributo divino, sino que es el misterio mismo de Dios. Misericordia, en hebreo, tiene que ver con las entrañas de una madre. Es un Dios que derrocha ternura para nosotros sus hijos. Hagamos primero nosotros la experiencia de la ternura de Dios, porque ésta es la imagen del Dios verdadero. Si la misericordia no es una respuesta vital, será una propuesta más entre tantas que se ofrecen. (Parábola del hijo pródigo Lc 15)

4.2 Romper con la cultura de la indiferencia. Para ello es necesario un corazón sensible que se deje traspasar por la realidad cotidiana. (Parábola del buen samaritano Lc 11). Hacernos cargo del hermano marginado, herido, al borde del camino. Podríamos tener presente cuatro pasos que nacen de la reflexión de la parábola: ver; conmoverse, acercarse y hacerse cargo del otro.

4.3 Las siete obras de misericordia corporales y las siete espirituales sean programadas en la escuela como un proyecto pedagógico. Diseñar un programa que contemple una agenda anual en el ejercicio de estas obras será un buen ejercicio para educar a los niños y a los jóvenes en la misericordia. Algunas de estas obras de misericordia se pueden practicar como actitudes permanentes a destacar dentro del aula y del colegio, otras se pueden programar como actividades a realizar fuera del aula. Esta propuesta es deseable que se pueda extender en toda la comunidad educativa. (Juicio final Mt 25).

+Mons. Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Nueve de Julio.