Palabras del Obispo
El triunfo de la Luz, la Vida y el Amor
Homilía
de Mons. Ariel Torrado Mosconi,
Obispo de Santo Domingo de Nueve de Julio,
en la Vigilia Pascual
Iglesia catedral de Nueve de Julio, 11 de abril de 2020
(Ex 14,15-15,1a; Rm 6,3-11; Sal 117; Mt 28,1-10)
Un año más -a pesar de los condicionamientos por los cuales estamos pasando con motivo de la pandemia- la Iglesia se reúne en esta noche santa para la vigilia expectante y esperanzada de la pascua del Señor. Expectante, porque con desea revivir el acontecimiento central de la fe: el crucificado ha resucitado que, a su vez, da sentido, fuerza, sostén, consuelo y alegría a la existencia del creyente impregnándola de gracia y caridad. Esperanzada, porque contemplando el “paso” (recordemos: tal es el significado de “pascua”), sus maravillas, la gran obra de la redención, la resurrección de Jesús el Señor, renueva su esperanza en un cielo y tierra nueva, en que el mal y la muerte no tienen la última palabra, en que es posible resurgir, revivir, en definitiva, resucitar de las caídas, de las cenizas y de las noches más oscuras.
Ya desde los primeros tiempos cristianos, esta noche de vigilia era un repaso de los grandes momentos de la historia de la salvación escuchando los textos bíblicos fundamentales, para hacer memoria de la presencia y del obrar amoroso y misericordioso de Dios, especialmente en las circunstancias más aciagas de su pueblo elegido. Nosotros también, a la luz de este cirio símbolo del Resucitado cuya luz ilumina nuestra existencia y a la humanidad toda, hemos escuchado la Palabra proclamada que viene a iluminar nuestro hoy, nuestro presente. Junto a nuestras “cruces”, “sepulcros” y “noches” propias, no podemos dejar de pensar en esta circunstancia verdaderamente oscura por la cual atraviesa la humanidad hoy. Y en esa memoria de la salvación, de todo lo que hizo el Señor por su pueblo, encontramos también nosotros el fundamento, motivo y apoyo de nuestra esperanza: aquél que ya hizo maravillas por nosotros, también nos sacará adelante esta vez, por su gran misericordia, porque es eterno su amor, tal como canta la liturgia de este tiempo pascual.
El simbolismo de la liturgia de esta noche recobra renovada significación y vigor en esta hora del mundo. La luz del Cirio pascual ilumina la oscuridad del mundo sumido en el temor, la incertidumbre y la angustia, a la vez que tentado de egoísmo. El vibrante Aleluya que cantamos, no solamente es el cántico del triunfo de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado, del amor sobre el odio, sino que también expresa el anhelo, el deseo, de nuestra esperanza. El Evangelio proclamado y del cual somos testigos, es ahora, verdadera “buena noticia” en momentos de informaciones, estadísticas y comunicaciones tan desalentadoras. Por eso mismo, el triunfo del Resucitado sobre el pecado, el mal y la muerte, nos hace testigos del amor. En unos momentos renovaremos las promesad bautismales, que ellas nos reafirmen en nuestra vocación de testigos del amor de Jesús resucitado. En esta hora del mundo, en el metro cuadrado de nuestro aislamiento preventivo o en la trinchera del servicio, cada uno de nosotros será buena noticia de fe, mensajero de esperanza y testigo del amor para los demás.
+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio