Palabras del Obispo

Iglesia de la escucha, la intercesión y el servicio como María

Homilía de Mons. Ariel Torrado Mosconi,
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio,
en la celebración eucarística
con motivo de la elevación a Santuario Diocesano
de la iglesia Nuestra Señora de Fátima

Nueve de Julio, Santuario Ntra. Sra. de Fátima
13 de octubre de 2017

Estamos conmemorando el año del 60 aniversario de la creación de nuestra Diócesis y bien podemos decir que ella se “crió”, creció, con el Concilio Vaticano II. Aquél gran acontecimiento eclesial culmina su espléndido documento sobre la Iglesia señalando a María como el ejemplo más acabado de lo que está llamada a ser toda comunidad eclesial. ¡La Virgen Madre modelo de la Iglesia!

Por eso, hoy los invito a volvernos al Evangelio mismo para redescubrir a María y encontrar en ella el perfil de la Iglesia tal como su mismo Señor la quiere. Repasando las veces en que la Sagrada Escritura se refiere a ella se dejan ver claramente tres grandes rasgos sobresalientes: la escucha, la intercesión y el servicio.

María escucha: la Palabra de Dios, la voz del Ángel, la necesidad de vino en la Bodas de Caná, el grito de su hijo Jesús en la cruz, la oración de los discípulos en el Cenáculo. Aquí se nos descubre la dimensión contemplativa. Nuestra mirada sobre la vida, la historia, el mundo y nuestro prójimo no puede ser superficial, prejuiciosa o parcial sino serena, amplia y honda. Todo ello es posible cuando partimos de una actitud de escucha, apertura y comprensión antes que de defensa, ataque o manipulación. De este modo vamos creciendo en profundidad y densidad interior, enriqueciéndonos espiritualmente.

La Iglesia escucha cuando, imitando a María, intenta entender lo que le ocurre al hombre de hoy y “afina su oído espiritual” para estar atenta a la voluntad de Dios manifestada en el Evangelio ¡Cómo insistía nuestro cardenal Pironio llamándonos a ser una Iglesia contemplativa siguiendo el testimonio de María! Una Iglesia alimentada en la Palabra es auténticamente rica, fuerte y generosa. ¿Qué lugar importancia tiene en nuestra comunidad la escucha, lectura y contemplación de la Palabra? ¿Cómo tratamos de responder a los desafíos pastorales de nuestra diócesis, sin hacernos los sordos ni los distraídos ante tantos hermanos que no conocen a Dios o que sufren a causa de la desesperación y el sinsentido? Puede ser un buen objetivo hacernos un propósito en cada uno de nuestros grupos eclesiales: de ahí vendrá una genuina renovación. Quiero que este santuario sea un lugar de escucha en la fe y de respuesta generosa a la Palabra de Dios siempre nueva y un ámbito de escucha al clamor de todos los que se acerquen. Este santuario será un ámbito de escucha del hermano, en el sacramento de la reconciliación y en todas las necesidades humanas de cuantos se acerquen a buscar consuelo, consejo o simplemente un  lugar dónde poder ser atendidos con respeto y caridad.

María intercede: en la Bodas de Caná porque falta algo en la fiesta y ruega con la Iglesia naciente en el Cenáculo. La intercesión nos pone en medio de Dios y de la humanidad, como mediadores y puentes. Nos ayuda a salir de nosotros mismos y a confiar en la potencia de la gracia divina para transformar la vida de las personas.

La Iglesia intercede cuando ora incesantemente por el mundo. Ella es como un sacramento universal de la unión con Dios y los seres humanos con él y entre sí. La oración de intercesión es ya parte misma de su misión, alma de su apostolado y sostén de su acción pastoral. La intercesión inspira y se prolonga en toda acción que favorezca el encuentro, el diálogo y la reconciliación. ¿Nuestra oración se reduce a mera petición o se hace generosa al ampliarse en el horizonte de la intercesión universal? ¿somos factores de reconciliación y vínculo de unidad en nuestra familia, parroquia y en la sociedad toda? ¡Con qué insistencia el Papa Francisco nos llama a crear una cultura del encuentro! Un encuentro que tiene su raíz más profunda en la oración de intercesión, incluso por aquellos que son responsables de tanto mal como hay en el mundo ¡A esto se refería el mensaje de María en Fátima, con su llamado a la oración, la conversión y la penitencia! Quiero que este santuario sea un lugar para venir a interceder por la paz en el mundo, en la patria y en nuestras familias.

María sirve: visitando, acompañando y atendiendo a su prima Isabel embarazada, y lo hizo sufridamente en su huida a Egipto, escondida y silenciosamente en Nazaret, y no es suponer demasiado que los hizo igualmente con su hijo Jesús durante su predicación.

La Iglesia sirve de tantísimas y múltiples maneras cuando evangeliza. Impresiona aún hoy aquella imagen evocada por el beato Pablo VI al concluir el Concilio afirmando que la Iglesia debería ser “samaritana de la humanidad”, hoy lo actualiza el Santo Padre Francisco cuando nos habla con la imagen del “hospital de campaña” Nos gustan mucho estas frases: ¿hacemos algo por llevarlas a la práctica en cada uno de nuestros grupos eclesiales? ¿nos preocupan verdaderamente las “periferias existenciales”? ¿qué hacemos por llevar el Evangelio a los alejados de cualquier tipo y por diferentes razones? ¡Vale la pena, como Iglesia diocesana, ir encontrando un genuino objetivo misionero a través del cual prestemos un servicio de amor concreto! Quiero que este santuario sea el foco de oración por la renovación misionera de nuestra diócesis y la usina para tomar fuerzas para poder cumplir con esa misión.

Mirar la imagen de María es contemplarla como modelo. El edificio del templo material, nos recuerda la tarea de edificar la casa espiritual que es la Iglesia viva en sus fieles. Hacer presente a María en cada rincón de nuestra diócesis, que no es otra cosa que estar cerca del pobre, del que sufre, del enfermo, de los pecadores, de los desalentados y deprimidos. Hoy nuevamente somos convocados, ungidos y se nos encomienda un servicio en la vida. Pidamos a la santísima Virgen y Madre María, nuestra patrona, que nos ayude a descubrirlo nuevamente y a ponerlo en práctica ¡Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros!