Palabras del Obispo

La colaboración de los fieles cristianos para la obra evangelizadora de la Iglesia

Mensaje de Mons. Martín de Elizalde OSB
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
con motivo de la XVIº Colecta Diocesana
Sábado 7 y Domingo 8 de noviembre de 2015

 “La Iglesia anuncia la Misericordia de Dios,
corazón palpitante del Evangelio”
Papa Francisco: Bula del Jubileo de la Misericordia, 12

 

Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, religiosos y consagrados, seminaristas,
queridos hermanos y hermanas:

 

Queremos invitar a todos los fieles a reflexionar sobre algunos aspectos de la naturaleza y de la vida de la Iglesia, para fortalecer el compromiso evangelizador, ya que la evangelización, que es la misión confiada a la Iglesia, requiere la participación  comprometida de los discípulos de Jesucristo. Para ello es siempre importante, más aún necesaria, la educación en la caridad y en el ejercicio de la responsabilidad apostólica de los bautizados.

 

Todos somos Iglesia

La Iglesia es nuestra familia, nuestro hogar espiritual, la causa y el medio donde vivimos la fe, la razón de nuestra identidad de seguidores de Cristo, de cuyo Cuerpo somos miembros. Todos somos Iglesia, y la Iglesia no tiene otra existencia visible que no sea por la presencia de Cristo en las almas de los fieles llamados a la santidad y que creen en su Palabra, que están unidos en la caridad, celebrando en comunión sus Misterios, por la acción del Espíritu Santo, con la esperanza siempre renovada de alcanzar la Vida prometida junto al Padre. La misión del cristiano, – de cada cristiano y de todo cristiano -, se inicia en esta identidad profunda e imborrable, conferida en el Bautismo, sellada en la Confirmación y confortada en la Eucaristía. Y este envío se vuelca en las diversas vocaciones, en distintas tareas y acciones, con la presencia en los más variados ambientes, pero siempre con el factor unificante de la caridad ofrecida en la evangelización. Están los ministerios espirituales por los sacramentos y la intercesión de la plegaria, los servicios de caridad, la educación en la fe y la formación para el testimonio cristiano. Ellos son posibles por las contribuciones personales de tiempo y de aptitudes, así como el apoyo material, con la organización y los instrumentos adecuados, y también ofreciendo los recursos económicos necesarios.

En una sociedad materialista, que privilegia el consumismo, muchas veces irracional, ayuda recordar la espiritualidad que la Iglesia nos inculca en el tiempo litúrgico de Cuaresma: la generosidad para dar limosna se sostiene con el sacrificio ofrecido a Dios de aquellas cosas innecesarias, de las que podemos prescindir, alcanzando con un mismo gesto generoso el doble objetivo de practicar la ascesis y procurar un progreso espiritual y al mismo tiempo hacer un aporte a la obra de la Iglesia.

Compartir la multiforme gracia de Dios

Hace ya unos años, el Episcopado argentino inició una campaña de formación de la conciencia de los fieles que, bajo el nombre de PLAN “COMPARTIR”, tuvo una vasta difusión, y consiguió llegar positivamente al conocimiento y a la reflexión de los cristianos, con una toma de conciencia sobre la tan esperada y urgente participación de todos en la evangelización. La Carta Pastoral llevaba el título “Compartir la multiforme gracia de Dios”, y partiendo del Don recibido en el Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, invitaba a los cristianos para que, en la contemplación del Misterio de Cristo, desde el Nacimiento hasta su Muerte y Resurrección, pusiera en acto la gracia de “compartir la vida divina de Aquél que se dignó compartir nuestra humanidad”. Decían los obispos en su Carta Pastoral: “En consecuencia, esta contemplación nos ha de llevar a considerar la obligación que nos cabe de poner todos los medios necesarios para su realización. Si creemos y amamos de veras a Jesucristo, no hemos de titubear en ofrendarnos por completo para evangelizar su Nombre a los hombres …” La obra evangelizadora de la Iglesia se realiza por la presencia del Señor, pero el mismo Señor nos pide nuestra colaboración comprometida, de ahí la consecuencia: “Por ello debemos someter esta colaboración a un examen de conciencia, sereno y sincero: en cuanto de nosotros depende, ¿ponemos los medios necesarios para que el Evangelio llegue a todos los habitantes de nuestra Patria?

La Carta Pastoral habla en primer lugar de los talentos, que es la aplicación de las capacidades y recursos espirituales y humanos al servicio del Evangelio. Luego, menciona la entrega del tiempo, ofrecido generosamente para escuchar, acompañar, dar a quienes nos necesitan, y que debe también revestir las formas variadas de la colaboración en las diferentes actividades diocesanas y parroquiales, incluso administrativas y técnicas, para crear esa red necesaria que sostenga la multiplicidad de situaciones. Deben ser privilegiadas las tareas apostólicas y las obras de misericordia, pero hay que incluir asimismo la posibilidad, para los discípulos de Jesucristo, de  contribuir con otras formas de colaborar. Puede ser en una tarea contable o de secretaría, realizar una reparación o conducir un vehículo, un asesoramiento profesional, una apertura de las propias capacidades para atender a quienes no pueden acceder a esos servicios y pagarlos, ya sea de manera ocasional o, lo que sería muy importante, en forma regular ya convenida de antemano. Esta ayuda, tan significativa en sí misma, será fuente de satisfacción y alegría, muy gratificante para quien lo hace, y muy valiosa, por su repercusión en el conjunto de la obra pastoral de la comunidad eclesial. Además, representa una contribución que permite ahorrar recursos, para destinarlos a otros sectores más necesitados o urgentes, o sea que tiene también un alcance material nada desdeñable. Invitamos, pues, a nuestros queridos hermanos a acercarse a las parroquias y capillas, a Caritas, a las instituciones de la Iglesia, para poner a disposición de las iniciativas pastorales y asistenciales sus talentos (capacidades, condiciones, sugerencias) y su tiempo.

La ofrenda material

En la celebración de la Santa Misa, cuando se presentan los dones de pan y vino para el sacrificio, se acompaña este gesto con la colecta de dinero, que recoge la participación de la generosidad de los fieles para contribuir a la obra evangelizadora de la Iglesia, la caridad y el sostenimiento de la parroquia. La colecta se encuentra así relacionada con la actitud espiritual con que nos presentamos ante el Señor: corresponder a su generosidad por la ayuda a la evangelización en las tareas pastorales de nuestra comunidad y haciendo posible la acción caritativa que llega a los hermanos necesitados. La ofrenda espiritual de uno mismo, el propósito de escuchar y seguir la Palabra y ser un instrumento en las manos de Dios, asociándonos a la misión y contribuyendo a su realización, está unido al encuentro eucarístico. No es un hecho económico, solamente, sino la consecuencia de una mirada de fe y del propósito de estar presente, también materialmente, para cumplir el mandato de Jesús de alcanzar a todos los hombres, hasta el último confín de la tierra.

Sabemos lo que cuesta hablar de dinero. Nuestras comunidades no se componen de gente rica y poderosa, pero ya en el Evangelio Jesús elogia la generosidad de la viuda, que da desde su propia pobreza, y es una experiencia repetidas veces comprobada que la suma de los aportes siempre generosos de los fieles más humildes ha realizado infinidad de obras y ha permitido continuar con la misión de la Iglesia. Es verdad que esto solamente podrá ser comprendido por quienes sean capaces de advertir que con su ayuda están simplemente dando a Dios algo de lo que han recibido, y con ello se asocian a la Providencia en el servicio integral – espiritual y humano – de los hermanos.

El aporte estatal a la Iglesia Católica

Una de las dificultades que se presenta a menudo se refiere a la contribución que hace el Estado a la Iglesia Católica. Es verdad que la formulación de la Constitución habla del “sostenimiento del culto católico” (art. 2), pero esto se concreta en forma muy acotada e insuficiente. Por otra parte, los aportes estatales a la educación y a ciertas obras asistenciales no forman parte del presupuesto de culto, sino que proceden de otras áreas de la administración, justamente porque son acciones que contribuyen a objetivos determinados de carácter social. Existen exenciones impositivas, pero que no son exclusivas de la Iglesia Católica, ya que en muchos casos las tienen otras confesiones religiosas e incluso entidades sociales y deportivas. Las “riquezas” de la Iglesia son también aducidas en este contexto difícil, aunque no sean tales. Los bienes inmuebles se encuentran destinados a las actividades litúrgicas, educativas, misioneras, asistenciales, y a las tareas que acompañan la gestión pastoral, y son empleados para esos fines. Los objetos del culto no siempre son de valor artístico y de elevado precio, aunque sí con trascendencia histórica, cultural y afectiva. La Iglesia ha sido muy cuidadosa con las reliquias del pasado, conservando documentación y testimonios de importancia de la tradición de los pueblos, pero no siempre resultan en ingresos que puedan ser aplicados a la actividad pastoral. Los gastos necesarios, pues, se cubren con la contribución generosa de los fieles, y si el verdadero tesoro de la Iglesia son las almas que Jesucristo le ha confiado para ser apacentados y servidos, los mejores recursos, más sanos y mejor adquiridos, son el fruto de la generosidad de los fieles que desean unirse por este medio a la vida y la obra de la Iglesia.

La responsabilidad compartida de los pastores y los fieles

El quinto de los llamados Mandamientos de la Iglesia se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica formulado de esta manera: “El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia”, y cita el canon 222.1, del Código de Derecho Canónico (CIC, n° 2043). Este artículo del Código, por su parte, expresa lo siguiente: “Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad y el conveniente sustento de los ministros”. A lo largo de la historia los cristianos han interpretado este precepto con mayor o menor generosidad, desde el desapego admirable de los primeros discípulos, que ponían todos sus bienes en común, hasta la indiferencia con que reaccionan muchos fieles en este asunto. En las distintas tradiciones cristianas encontramos posiciones más exigentes, como el diezmo, de innegable raíz bíblica.

Permítasenos presentar a la conciencia de nuestros hermanos la seriedad de una acción que está estrechamente unida a la obligación de contribuir a la obra evangelizadora:

1. hay que considerar la permanencia y la continuidad de la ayuda, para no interrumpir o poner en dificultades la acción ordinaria de la Iglesia. Por otra parte, se presenta muchas veces la excepcionalidad de una emergencia o de un nuevo proyecto que debe ser encarado, y ambas situaciones – lo permanente y lo extraordinario -reclaman la solidaridad de todos.

2. la promoción de recursos, su gestión y aplicación sabia y ordenada, así como la necesaria rendición de cuentas, pertenecen a la responsabilidad y al carisma de los laicos, que con su profesionalidad, iluminada con la luz de la fe y el ardor de la caridad, tienen que hacerlos útiles para los más altos fines, que son los de buscar el Reino y atender a las necesidades de los hermanos. La esperanza cristiana, la mirada puesta en los bienes que no perecen, es la garantía de un empleo adecuado de los recursos, inspirado en los principios del Evangelio.

3. recordemos siempre que los bienes de la Iglesia no deben destinarse a otros fines, que no sean los de la evangelización, el culto y la caridad, y que su manejo tiene que ser austero, y por supuesto, honesto y cuidadoso. La sobriedad de vida de los sacerdotes y clérigos, de los religiosos y seminaristas, así como un estilo conforme a las enseñanzas de Jesús, que también deben mostrar los agentes pastorales y los colaboradores laicos, tanto en el funcionamiento de las obras como en su testimonio de vida, será la mejor manera de recordar su obligación a los fieles y estimular su generosidad.

4. tener siempre en cuenta la necesidad de acompañarse y complementarse entre los sacerdotes y los laicos, incluso con la corrección fraterna, especialmente en un ámbito tan delicado como es el manejo del dinero, las prioridades en las obras y gastos, la gestión económica, las relaciones con las personas en situación de dependencia, el buen mantenimiento de los inmuebles y de los útiles en uso. No debemos permitir que se introduzca un modo de gestión que sea solamente empresarial, aunque debe ser siempre eficiente, ni el extremo opuesto, una gestión desprolija y descuidada, que consiente por otra parte gastos caprichosos e innecesarios. La santidad de la Iglesia y su posibilidad de cumplir con los objetivos que le fijó el Salvador, están en juego aquí.

La ayuda que necesita la diócesis

¿Cuáles son las necesidades materiales que se deben cubrir para hacer posible la obra evangelizadora de la Iglesia? Nuestras comunidades, desde el origen de su constitución y tal como lo estableció Jesús, se encuentran edificadas sobre el fundamento de los apóstoles. Sus sucesores son los pastores, que han recibido la misión de conducir el rebaño; son los obispos, que se encuentran al frente de las diócesis, las Iglesias locales, que unidas en comunión forman la Iglesia Católica. Cada obispo tiene la responsabilidad de las diferentes acciones pastorales, formativas, caritativas, misioneras, que se desarrollan en su jurisdicción. Necesita contar con los medios adecuados para ejercerla, desde el centro episcopal, y que requiere personal y estructuras, movilidad y comunicación, instalaciones adecuadas. No se trata solamente de una presencia institucional, con estructuras que deben ser conservadas, sino de una solicitud permanente por la evangelización y la caridad. Hay, y esto es muy importante, obras educativas, caritativas, compromisos sociales y culturales, que la Iglesia sostiene, y no pueden descuidarse. Además, hay que sostener al clero, procurándole la formación necesaria, la asistencia para la salud y la previsión para la ancianidad, la disponibilidad de los recursos espirituales e intelectuales (retiros, biblioteca, cursos, actualización), así como el descanso que permita recuperar las fuerzas. Los futuros ministros deben ser formados, y este proceso dura varios años, con una dedicación intensa en el seminario. Los ministros laicos, los catequistas y demás colaboradores de la acción pastoral también insumen gastos para su preparación, así como el desarrollo de su servicio. Están los templos y sus dependencias, que es preciso mantener en buen estado; la construcción de capillas y centros de evangelización, y su conservación, también es onerosa.

En fin, están también los compromisos que proceden de la comunión eclesial: con el Santo Padre, para ayudar en su ministerio universal con el que todos debemos colaborar; con el episcopado de nuestro país, para las situaciones de emergencia y ayuda en los lugares menos favorecidos, para la planificación pastoral a nivel nacional y también continental, para practicar una caridad solidaria con las Iglesias hermanas.

El aporte para las necesidades de cada comunidad

Cada parroquia es ante todo una comunidad de fieles, y el beneficio de recibir el anuncio evangélico, la asistencia espiritual, la catequesis, y de tener el ámbito propicio para la comunión fraterna y para el ejercicio de la caridad, requiere el compromiso de los mismos fieles para ayudar a su comunidad. A su vez, cada una de las comunidades, que se encuentra en la diócesis y en la unidad de la Iglesia, se enriquece con lo que recibe de la comunión, que es espiritual y también de bienes. De este modo a todos los fieles llega el aporte generoso de los demás hermanos, los fieles de todo el mundo, así como ellos esperan también, y necesitan, nuestra propia ayuda.

En la diócesis de Nueve de Julio se realiza cada año, el segundo domingo de noviembre, la COLECTA DIOCESANA. El aporte de las comunidades parroquiales en la colecta de la Misa es un signo y es una ayuda importante. También se invita a los fieles a acercarse a la Curia diocesana y a las parroquias con su contribución, la cual sostiene eficazmente la obra de la Iglesia. Es una oportunidad para manifestar nuestro sentido profundo y generoso de comunión eclesial, que se vuelca en las iniciativas pastorales que por este medio material se vuelven posibles.

Bajo el lema

“LA IGLESIA ANUNCIA LA MISERICORDIA DE DIOS,
CORAZÓN PALPITANTE DEL EVANGELIO”,

que son palabras del Papa Francisco en la Bula del Jubileo de la Misericordia (n° 12), realizamos este año la XVI° Colecta Diocesana, el sábado 7 y el domingo 8 de noviembre próximos.

Pero la ayuda material es necesaria durante todo el año, pues las obras y las actividades son constantes. Y queremos recordarles a todos ustedes que en cada parroquia, además de la colecta en la Eucaristía dominical, además de la contribución de su tiempo, iniciativas y esfuerzos en las obras pastorales, existen muchas maneras posibles para hacer su aporte, como el compromiso de una cuota mensual, de un bono contribución, de la participación en las iniciativas comunitarias para recaudar fondos, etc. Esperamos sinceramente que esta llamada despierte en todos los fieles el deseo de colaborar y vigorice la generosidad de quienes ya lo hacen, con la seguridad que ello representa un importante aporte a la evangelización.

Pido a Dios que fortalezca en todos ustedes, queridos hermanos y hermanos, el celo por la evangelización, a la que nos llama la Iglesia, para trasmitir a los hermanos la alegría de la fe en el Resucitado y la llamada a formar la familia de Dios aquí en el mundo, encaminada a la gloria y a la felicidad del cielo.

Con afecto, encomendándolos a la Santísima Virgen, Nuestra Señora de Fátima, Madre de la Iglesia, y a Santo Domingo de Guzmán, los bendice,

 

Mons. Martín de Elizalde OSB
Obispo de Santo Domingo en
Nueve de Julio, R. Argentina

Nueve de Julio, 7 de octubre de 2015