Palabras del Obispo

«La valores ciudadanos como fundamento de la Nación»

Homilía del obispo diocesano
Te Deum en conmemoración de la Declaración de la Independencia
IIglesia catedral de Nueve de Julio – 9 de julio de 2019
(I Re 3,11-14; Sal 126, 1-2; Mt 7,21-29)

Este aniversario de la Declaración de la independencia nacional nos encuentra en un año signado por los comicios electorales. ¡Qué alegría poder ejercer el derecho ciudadano de expresar la voluntad popular a la hora de elegir las autoridades que los representan! Se trata de uno de los momentos capitales del funcionamiento de las instituciones republicanas de la nación y también un deber que debe ser ejercido con responsabilidad y seriedad.  Al mismo tiempo, la necesaria presentación de propuestas y la competencia por obtener votos, suele tornarse una puja en la cual afloran deslealtades y métodos más que cuestionables y deshonestos. A la par de ello, la información y la opinión pública suelen concentrarse casi solamente en los avatares de esta contienda electoral, dejando de lado otros aspectos importantes de la realidad que estamos viviendo así como de sus causas más hondas y profundas.

Sabemos bien cuáles son esas cuestiones que no podemos olvidar si queremos un futuro mejor para nuestra patria.

Las necesidades básicas insatisfechas y la exclusión tanto social como cultural de gran parte de nuestros conciudadanos. Especialmente de tantos niños que se hallan en una pobreza que hipoteca su futuro. Asimismo la falta de trabajo y de un techo digno que afecta el progreso y la integridad de tantas familias.

Todas estas dolorosas y vergonzantes situaciones tienen como raíz la  falta de ética ciudadana, las prácticas corruptas y las deficiencias en la administración de justicia; el flagelo de las drogas y el narcotráfico así como la crisis del sistema educativo que comprometen gravemente el futuro de niños y jóvenes. Estas cosas no pueden ser ni bandera de campaña ni mera promesa para la obtención del voto ¡Siguen siendo nuestros verdaderos problemas!

La página del evangelio que se acaba de proclamar nos invita a construir sobre sólidos fundamentos: edificar la casa de la nación cimentándola sobre una base consistente de principios, valores y acuerdos verdaderos, buenos y sanos.

¿Cuál es la roca sólida sobre la cual fundamentar la construcción -o reconstrucción- de la patria? El respeto, aprecio y cuidado de la vida, el fortalecimiento de la familia, la educación, el fomento de una cultura del trabajo, formar en las virtudes ciudadanas como la justicia, la honestidad, la solidaridad. Tal es el fundamento inconmovible de una nación. Una sociedad que relativiza estos principios no es confiable ni sustentable porque no se toma en serio aquello básico y primero. A partir del reconocimiento de estos valores podremos edificar sobre cimiento sólido un verdadero acuerdo nacional sin mezquindades; proponer y reconocer valores que nos unan e identifiquen; fundamentar unos comportamientos regidos por la ética y consolidar las instituciones; avanzar en una opción económica verdaderamente inclusiva y eficiente; promover comportamientos solidarios y de responsabilidad social, bregando por una educación que esté a la altura de los tiempos y de los problemas.

Es imprescindible que todas las instituciones locales podamos generar, desplegar y promover con inédita creatividad una cultura o estilo de mutuo cuidado y recíproca protección entre las personas especialmente de la vida más vulnerable, de los niños, de los adolescentes y jóvenes en riesgo, de los ancianos y enfermos, de los más pobres.

Tener en cuenta y promover aquellas iniciativas es la mejor plataforma o punto de partida para crecer como personas, desarrollarnos como sociedad y superar todo antagonismo, violencia y división malsana. ¡Provenga del sector que sea, la maquiavélica apuesta por la -así llamada- “grieta”, por más que pueda ayudar a ganar una elección, es siempre malsana y destructiva! Hay que buscar más bien los grandes acuerdos que nos permitan crecer en los vínculos como nación; y que sea la exposición clara y convincente de las propuestas para superar los grandes problemas que tenemos lo que pueda persuadir a la hora de las elecciones.

Deseo terminar esta meditación a la luz de estos textos sagrados, citando también a uno de nuestros poetas mayores. No por conocidas y repetidas dejan de tener vigencia y actualidad. Para los cristianos son también como un eco o tienen sabor a Evangelio. Dice el Martín Fierro: “Los hermanos sean, unidos porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera” ¡Se lo pedimos fervientemente al Señor y nos lo proponemos responsablemente como proyecto y tarea! Así sea.

 

+Ariel Torrado Mosconi

Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio