Palabras del Obispo

Las dos caras del amor

Homilía
de Mons. Ariel Torrado Mosconi,
 Obispo de Santo Domingo de Nueve de Julio,
en la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo

Iglesia Catedral, 9 de abril de 2020

(Ex 12,1-8. 11-14; Sal 115; I Cor 11,23-26; Jn 13,1-15)

Con esta misa de jueves santo, en la cual conmemoramos la última cena del Señor Jesús entes de su pasión, iniciamos el sagrado triduo pascual. Ya vemos la manera del todo peculiar en que lo estamos haciendo: iglesia vacía y siguiéndola por los medios de comunicación, llegando así a tantísimas personas solas o a familias enteras confinadas en sus hogares. El escenario global y local, a que nos ha llevado esta pandemia de covid-también es único e inédito. El temor y la soledad, la angustia y la desesperación comienzan a asaltarnos. También aquí, en esta querida ciudad nuestra. Y, en todos los niveles y ámbitos, en momentos así, suelen aparecer dos terribles tentaciones que llamaría, en nuestro lenguaje de todos los días: “sálvese quien pueda” y “a río revuelto, ganancia de pescadores”. La primera pone de manifiesto el egoísmo y la indiferencia, la segunda muestra la mezquindad y el cinismo de quien se aprovecha de la necesidad de los demás.

La Palabra de Dios, al comenzar la conmemoración del momento culminante de la vida de Jesús, nos recuerda su “testamento”, su legado, aquello que más quiere de nosotros sus discípulos y aquello que nos deja para que podamos seguirlo por el camino de la vida. El mandamiento nuevo del amor y el alimento de la eucaristía. Son las dos caras del amor. Un llamado a un nuevo modo de vida opuesto al egoísmo, a la indiferencia y a la violencia. Un don precioso que es, nada menos y nada más, que su misma presencia en cuerpo y sangre, alma y divinidad, como alimento para vivir ese mandato siempre novedoso de amarnos.

Por eso mismo, esta celebración de hoy con las lecturas en ella proclamadas, iluminan admirablemente nuestra vida y esta situación concreta que nos toca vivir. Ante el riesgo y la tentación del miedo o el egoísmo, Jesús nos dice que la respuesta es el amor. Salida de uno mismo, respeto y comprensión, compasión y generosidad, solidaridad y servicio, perdón y reconciliación son los “ingredientes” del amor, el remedio más cierto para esta pandemia. Se repite una y otra vez que el mundo ya no volverá a ser el mismo después del coronavirus. Los cristianos tenemos mucho -¡muchísimo!- para decir y hacer en esta coyuntura.

El Evangelio se presenta en esta hora de la humanidad como respuesta y curación a sus miedos e interrogantes, a sus males y llagas. Hoy no realizamos el sugestivo y sugerente rito del lavatorio de los pies que evoca ese mandato nuevo del Señor. Paradójicamente, su ausencia nos recuerda lo esencial de la vida cristiana (Justamente en estos días que se habla también de “servicios esenciales”, el amor no puede faltar) y nos interpela para que lo vayamos haciendo realidad, cotidianamente, en cada actitud y gesto para con aquellos con quienes convivimos. ¡La recomposición del gran tejido social global comenzara en casa! El laboratorio donde generaremos el remedio a ese otro virus de la falta de amor, será cada hogar dónde (“encerrados”) estamos re-aprendiendo a convivir, es decir: a amar.

Y el Señor no nos deja solos en esta encrucijada. Porque somos débiles, necesitamos del alimento que “viene de lo alto” y nutre nuestra caridad. Es Él mismo, el “Pan Vivo bajado del cielo” que llama y fortalece la comunión, nuestra fraternidad. Entregándose por amor nos hace vivir en el amor. Este es el sentido de su sacrificio pascual. En uno de los cantos eucarísticos decimos “¡Cantemos al amor de los amores!” Sí, así es, sin su amor no podemos amar. En la eucaristía está el Amor, viene el Amor, se queda el Amor…

+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio