Reflexiones

100 años de las apariciones de Fátima

Escribe: Pbro. Carlos Luis Arive


– Por favor no teman, no les voy a hacer daño.
Lucía respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones: ¿De dónde eres?
– Yo vengo del cielo.
La Señora vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado.
– ¿Que quieres de mi?
– Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la misma hora. Luego te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. Y volveré aquí una séptima vez.

El 13 de mayo de 1917 se producía este dialogo entre la Santísima Virgen y los tres pastorcitos, Lucia, Jacinta y Francisco. Celebramos con el mundo entero estas apariciones en el contexto de una Europa atravesada por la primera guerra mundial y la presencia de Dios, manifestada en la Virgen de Fátima y en este estilo divino de buscar personas insignificantes para que transmitan sus mensajes.

A cien años de estas manifestaciones, nuestra Diócesis de 9 de Julio, a 60 años de su creación, tiene como Patrona a la Virgen de Fátima, siendo la primera diócesis en todo el mundo que esta bajo el cuidado de la Santísima Virgen que se le apareció a los pastorcitos.

– ¿Qué quieres de mi?

– Quiero que se construya una capilla aquí en mi honor. Quiero que continúen diciendo el Rosario todos los días. La guerra pronto terminará, y los soldados regresarán a sus hogares.

– Si, Si. ¿Me dirás tu nombre?

– Yo soy la Señora del Rosario

Este dialogo se produce en la ultima aparición de la Virgen a los pastores. Es manifiesto en todas las apariciones el pedido de la Virgen de que se rece el santo Rosario todos los días. Terminó la primera guerra mundial pero, el hombre, no aprende y ya estamos en otra guerra, mas cruel, mas terrible, ya que se utilizan químicos para matar a la población civil.

En nuestra diócesis de 9 de Julio hay varios templos dedicados a la Virgen de Fátima, el principal es la parroquia que está en la ciudad de 9 de Julio, cabecera de la diócesis. Quizá se pueda rezar el rosario todos los días desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre, homenajeando y actualizando el dialogo y el pedido de nuestra Madre del Cielo. Nuestro Obispo Ariel ha deslizado en una charla informal la posibilidad de transformar la parroquia en un Santuario Mariano, adonde se rece el Rosario todos los días del año, y nosotros los fieles, como los tres pastorcitos busquemos ser llevados al Cielo en ese dialogo lleno de confianza y de luz que tuvieron Lucia, Jacinta y Francisco. Porque el rezo del Rosario no es otra cosa que el dialogo lleno de confianza y de luz con nuestra Madre Celestial. Además permitiría que desde todos los lugares de la diócesis se peregrine hacia la casa de nuestra Madre, ya que la Providencia Divina ha querido que todos estemos bajo el amparo protector de la Virgen de Fátima.

También en las apariciones la Virgen pedía por la conversión de los pecadores con el grito reiterado de ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! Y que dulce penitencia seria para los fieles de la diócesis poder peregrinar con la intención de hacer penitencia y rogar por la conversión del mundo.

Resumiendo este acontecimiento maravilloso a cien años de suceder podemos afirmar que estamos en condiciones de actualizar el pedido de la Virgen a los pastores: construir un templo Santuario; rezar el Rosario todos los días por la conversión del mundo y ganar en devoción a la Virgen de Fátima en toda la diócesis y, pedirle a ella como lo hacia Lucia en nombre de los tres, con inocencia y fe: ¿me llevaras al cielo?

Oración a la  Virgen de Fátima

Oh Virgen Santísima, Vos te apareciste repetidas veces a los niños; yo también quisiera verte, oír tu voz y decirte: Madre mía, llévame al Cielo. Confiando en tu amor, te pido me alcances de tu Hijo Jesús una fe viva, inteligencia para conocerlo y amarlo, paciencia y gracia para servirlo a Él a mis hermanos, y un día poder unirnos con Vos allí en el Cielo.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Madre mía también te pido por mis padres, para que vivan unidos en el amor; por mis hermanos, familiares y amigos, para que viviendo unidos en familia un día podamos gozar con Vos en la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Te pido de un modo especial por la conversión de los pecadores y la paz del mundo; por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos y lo necesario para sus cuerpos, y un día conseguir la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Oh Madre mía, sé que escucharás, y me conseguirás estas y cuantas gracias te pida, pues las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús. Amén.

¡Madre mía, aquí tienes a tu hijo, sé tu mi Madre!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!