Catequesis, Reflexiones

“Yo soy el camino, la verdad y la vida”

Luego de haber transitado la Pascua, y haber vivenciado lo recorrido por Cristo, más que nunca, nosotros los catequistas estamos exhortados a repensar, transformar y enriquecer la misión que el Señor nos confía cada día.

Monseñor Ariel Torrado Mosconi, nos afirmaba en el ENCADI 2017: “Toda nuestra tarea catequística se va haciendo cada vez más kerymática, es decir, se hace anuncio, proclamación, llamada, oferta, propuesta, motivación, aliento. (Hay que reconocer que nuestro anuncio, muchas veces, es pesimista y negativo, condenatorio de todo lo que no comprendemos o nos da miedo, que contribuye más a la desesperanza que al entusiasmo y la alegría).”

Como catequistas debemos ser creativos, buscar diferentes medios, dinámicas y formas para anunciar a Cristo,  darlo a conocer como belleza máxima, y así priorizar el anuncio a imagen del estilo de Jesús, quien se “abajaba” a las personas que tenía adelante haciéndoles cercano el amor del Padre.

El mensaje es siempre el mismo porque Dios no cambia sino que renueva todas las cosas, debemos animarnos a ser creativos y estar en constante búsqueda con la certeza de que Él nos precede en esa tarea. “Él ya está en el hombre de hoy y allí nos espera”.

Nuestra vida cristiana es un proceso de constante crecimiento e integración en todas las dimensiones de la persona en un camino comunitario de escucha y de respuesta.

En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte y para liberarte.” EG 164.

Este kerigma o primer anuncio no es una fórmula establecida, sino que nosotros debemos por medio de palabras, gestos y obras exteriorizarlo. Un consejo dado de manera auténtica, acompañado por un buen testimonio de vida evangélica puede ser más determinante que muchas palabras ya que llega a tocar el corazón.

Este primer anuncio no lo es en sentido cronológico sino en sentido de calidad, siendo única la esencia e inagotable el embellecimiento que podemos darle con gestos y palabras. Asimismo, el anuncio debe ser adaptado también al catecúmeno  en aquellos casos en los cuales no se trata de quienes no hayan recibido nunca un anuncio sino de quienes siendo bautizados se han alejado por diferentes circunstancias. Situaciones hoy comunes en nuestras comunidades.

¡Como catequistas debemos saber escuchar, captar, interpretar, comprender los deseos, las preguntas, las expectativas, los dolores y quebrantos con que nuestra gente viene a la  catequesis! Para lograrlo hace falta una gran capacidad de empatía, de escucha, de paciencia y de humildad, para no ser meros repetidores de palabras vacías que no lleguen al corazón. Recordemos nuestro propio camino espiritual porque la misericordia de Dios nos posibilitó ese retiro en mi vida que provocó un vuelco, ese sacerdote que me orientó en el peor momento de mi existencia o el ejemplo de mi familia que me orientó en la fe…siempre hubo instrumentos. “Seamos nosotros lo mismo y hagamos eso para los demás”. Nos decía Monseñor Ariel Torrado Mosconi.

Nuestro anuncio debe manifestar el amor salvífico antes que la obligación moral y religiosa, debe ser libre y no impuesto, con notas de alegría y predicación evangélica en armonía, por lo tanto, necesitamos transmitir cercanía, apertura al diálogo, paciencia y acogida cordial que no condena.

Sigamos transitando este camino de misión al que hemos sido llamados, haciendo nuestras las palabras del Papa Francisco a los catequistas: “Es bello creer en Jesús, porque Él es el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6) que colma nuestra existencia de gozo y de alegría”