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1 septiembre, 2024

Agradecer y cuidar el don de la vida

Bendición de embarazadas en la catedral de Nueve de Julio

“La vida humana gestándose en el vientre de la madre es siempre un don que debemos cuidar con ternura y esperanza” afirmó monseñor Ariel Torrado Mosconi en la bendición a las embarazadas en el día de San Ramón Nonato.

Al final de la misa vespertina del sábado 31 de agosto, memoria litúrgica de san Ramón Nonato, el obispo de Santo Domingo de Nueve de Julio bendijo a las embarazada que se hicieron presentes, como cada año, para pedir la intercesión del Santo protector de las embarazadas, cuya gestación y parto estuvo rodeado tanto de riesgos como de milagros y, por lo cual, se lo tiene como especial intercesor en el período de gestación de una vida humana.

En la homilía de la misa correspondiente al domingo XXII del ciclo B en el tiempo ordinario, comentando las lecturas bíblicas, el Prelado instó a preocuparnos por cultivar y cuidar la vida interior ya que es la fuente y el sustento de toda la existencia: “Estamos muy pendientes de las pantallas, del cómo nos ven los demás, volcados al exterior y llegamos, incluso, a transformar la vida en una gran actuación, en una especie de teatralidad… Por eso, mirar, cuidar, cultivar, nuestra interioridad -esa es la auténtica espiritualidad- nos ayudará a tener una genuina y auténtica calidad de vida, una existencia sin incoherencias ni doblez. Ese es el testimonio que los demás esperan del cristiano”, sostuvo.

Hacia el final de la concelebración eucarística invitó a las embarazadas a acercarse al pie del altar para recibir la bendición. Allí recordó que toda vida humana gestándose en una maravilla y un milagro siempre renovado que siempre nos sorprende y por lo cual debemos agradecerlo y cuidarlo: “ternura y esperanza son las dos actitudes con las cuales acompañamos en la fe la vida humana creciente en el seno de estas madres”. El Pastor diocesano realizó la oración de bendición y luego hizo una invocación sobre cada una de las madres y el signo de la cruz. La celebración culminó con una invocación a la Santísima Virgen María encomendando la vida de la madre, el niño y la familia entera.