Noticias, Palabras del Obispo

20 febrero, 2022

Alegría, don y compromiso

Mensaje del Obispo de Santo Domingo de Nueve de Julio
con motivo del reconocimiento de las virtudes heroicas del cardenal Eduardo Francisco Pironio

Cuando el Santo Padre mi dió la feliz noticia que acababa de firmar el decreto por el cual se reconocen las virtudes heroicas de nuestro querido cardenal Eduardo Francisco Pironio, comencé a reflexionar en el significado que ello tiene para la comunidad eclesial que lo vio nacer: la ciudad y diócesis toda de Nueve de Julio. Entonces recordé a un sacerdote que hacía unas visitas guiadas para los niños de la catequesis a la Iglesia parroquial: partía de la pila bautismal y les decía: “Todo comenzó aquí, muchos de ustedes nacieron a la vida de Dios acá mismo”. Honda imagen y expresión que supera lo meramente anecdótico para hacernos ver una realidad y un misterio mucho más profundo y hermoso: la existencia cristiana que brota como vida abundante de la fuente bautismal, la historia de fe de una persona que es don germinal de la gracia por que “Dios nos amó primero” (cfr. I Jn 4, 8 ss). Hoy la Iglesia nos va mostrando -en el camino de un proceso de reconocimiento de la santidad de vida de una persona- que la antigua parroquia de Santo Domingo de Guzmán en Nueve de Julio engendró para la Vida eterna a un recién nacido al que nombraron Eduardo Francisco, en quien las semillas de la fe, la esperanza y la caridad llegarían a dar hermosas flores y ricos frutos por una vida en gracia y una vivencia fiel de las bienaventuranzas evangélicas. Esto que para nosotros hoy es un regalo y una riqueza, el cristiano Eduardo Francisco Pironio, lo vivió en la sencillez de la existencia cotidiana con una sobresaliente humildad y grandeza tanto en medio del reconocimiento y el cariño de tantos como de incomprensiones y sufrimientos. ¡Aquí está el valor de su testimonio!

¿Qué significa esto para nuestra comunidad diocesana de Nueve de Julio? No se trata ciertamente de -digámoslo de alguna manera- la culminación de una carrera humana: fue cardenal, algunos decían que podía llegar a ser papa, y ahora va a ser santo después de su muerte. Tampoco es una especie de logro para su tierra natal o éxito de la Iglesia en argentina. Verlo así sería una consideración superficial y frívolamente “mundana”. Miremos lejos, pensemos hondo. Cuando la Iglesia, atendiendo a la “fama de santidad” difundida en el pueblo fiel de Dios, comienza un proceso de beatificación-canonización, lo hace para proponer un día a ese cristiano como modelo de vida e intercesor ante Dios. Tales son los santos. “Pironio es un santo” lo venimos escuchando desde que vivía entre nosotros. Podríamos equivocarnos, pero cuando los creyentes utilizamos esta expresión estamos diciendo que algo nos ha impactado de esta persona, no es “uno más del montón”, toda su vida trasunta y testimonio “algo más”: bondad, verdad, heroicidad y mucho más fuera de lo común. En este paso del camino de la santidad de nuestro cardenal Pironio hay un don, un compromiso y un desafío.

Su vida misma ha sido un don para quienes lo conocieron y convivieron con él, a la Iglesia y el mundo, particularmente para la argentina, las diócesis en las que residió y para nosotros también, el “pago” en el cual nació. El compromiso de responder a ese regalo siendo consecuentes con su llamado a una vida santa. Y el desafío de vivir el Evangelio en el “aquí y ahora” de nuestra existencia. Tomando una expresión muy querida y repetida por él mismo: “llamados, consagrados y enviados” deseo recordar que allí reside la esencia y la dinámica de la existencia cristiana. Somos llamados desde el amor de Dios, consagrados y transformados por ese amor, para vivir en el amor. Tal es la misión, el sentido y cometido de la vida cristiana y allí está su heroísmo, eficacia, fruto y belleza. Miro esa foto tan difundida del Cardenal donde está la oración por la cual pedimos su beatificación, con su sonrisa serena parece darnos una lección de la esperanza que tanto predicó: ¡Es posible la santidad, vale la pena llevar a la práctica las bienaventuranzas, el Evangelio no es una ingenua e imposible utopía, el mundo sigue necesitando la santidad de los cristianos! Respondamos con entusiasmo y generosidad.

Roma, junto a san Pedro en el Vaticano, 18 de febrero de 2022
+Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo de Nueve de Julio