Palabras del Obispo

“Caminemos en comunión”

Disertación de Mons. Ariel Torrado Mosconi
Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
en el Encuentro Diocesano de Catequistas
(EN.CA.DI.)

Lincoln
19 de agosto de 2017

Sin lugar a dudas, el lema de este año, no solamente expresa la consigna que hoy nos convoca, sino también el espíritu y significado más profundo de este verdadero acontecimiento eclesial diocesano que se viene repitiendo desde hace -nada menos que- cinco lustros. Es un momento fuerte en la vida de los catequistas de la diócesis porque nos ayuda a experimentar el gozo de la comunión, a compartir los frutos y las dificultades de la acción catequística, a la vez que nos anima, motiva e impulsa a seguir adelante con alegría y esperanza. Por eso deseo que nuestro primer pensamiento y actitud sea de una sentida y cumplida acción de gracias al Señor por las maravillas que va obrando, en nosotros y por nosotros, a través de la misión catequística. Que brote desde lo más profundo de nuestro corazón la alabanza porque hemos sido testigos e instrumentos de su acción. De este modo, la gracia del Evangelio ha llegado a tantas comunidades, parroquias y grupos, en la generosidad, perseverancia y sabiduría de tantos laicos, consagrados y sacerdotes, en la fe de las familias, en frutos de conversión en los adultos, en el don depositado en el alma tierna de nuestros niños. ¡No hemos sembrado en vano! La semilla germina a su debido tiempo y da frutos buenos de tantísimas formas distintas e igualmente valiosas. Esta gratitud quiero expresárselas también a Uds., en nombre de la Iglesia, como Pastor diocesano: Dios sabe muy bien de sus esfuerzos generosos y la paciente constancia con la cual trabajan abnegadamente. ¡Muchas, muchas, gracias de todo corazón!

Si la denominación de esta reunión es “Encuentro Catequístico Diocesano” hagamos, entonces de ella, un verdadero “encuentro” en el sentido  verdadero y propio que le damos en catequesis. Con el cuestionario trabajado por Uds. tanto individual como grupalmente en cada comunidad, hemos hecho un esfuerzo por “ver” la realidad de la catequesis, intentando asomarnos al panorama de los desafíos, las posibilidades y las dificultades de la acción catequística. Ahora deseo proponerles lo que se suele llamar “iluminación”, el momento del juzgar o discernir, el momento en que el Evangelio interpretado “en y con” la Iglesia nos guía, orientan e impulsa a la “acción” con su consecuente celebración y misión. He apelado a una página evangélica conocida y muy entrañable para los catequistas: El encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35 // Mc 16, 12-14). ¡Cuántas y qué hermosas resonancias tiene este texto para nuestro corazón de catequistas! Permítanme, también, que lo haga casi como una “lectio divina” por cuanto, a la luz de estos versículos, quiero ir desgranando las resonancias que tienen en mi corazón de Pastor tanto esta Palabra divina como la realidad de la catequesis en nuestras parroquias, lo oído de Uds, lo conversado con los pastores de cada comunidad. Y, formulándoles criterios, acentos y propuestas tanto para el trabajo de hoy, como para seguir reflexionando en cada comunidad, y así poder llevarlo a la práctica concreta.

I – “…en el camino…”

Un proceso e itinerario sugestivo, apasionante y esperanzador[1]

“Iban… en el camino… se puso a caminar con ellos”. Estas primeras frases del relato evangélico nos ponen en relación, no solamente con el lema de nuestra reunión de hoy sino también, con toda la acción catequética. La imagen y la idea de camino  nos hacen entrar y conectar con la dinámica de la historia de la salvación, en la cual se pone de manifiesto la pedagogía divina paradigma modélico y referencia ineludible de todo quehacer y pedagogía catequística. No podemos dejar de volver, una y otra vez, a ella para hacer lo mismo con los destinatarios de nuestra catequesis. Entendiendo como destinatarios, no solamente a aquellos que se preparan a recibir un sacramento, sino también sus padres, familia, amigos y cuantos con ocasión de esa catequesis entran en relación con la comunidad eclesial. Son momentos verdaderamente misioneros, una muy buena oportunidad de encuentro, anuncio y testimonio. No desperdiciemos esas ocasiones. Las podemos desaprovechar de muchas maneras: cuando nuestra actitud es la de “creyentes practicantes y comprometidos” ante “paganos que no saben nada, no les interesa ni se comprometen” adoptando una actitud distante, exigente y “retadora”; cuando -en el otro extremo- queremos ser agradables o convencerlos a cualquier precio y comenzamos a “rebajar” el mensaje o caemos en una especie “simpatía artificial” o burda demagogia. En este sentido es que el Papa Francisco dice que no debemos caer en el “proselitismo”. La gente capta fácilmente las posturas inauténticas. Hace falta unas actitudes y un estilo inspirado en el modo de educar de Dios: conjugando la suavidad con la exigencia, la verdad con la misericordia. Y esto gradualmente, con el tacto que da una actitud contemplativa que busca el bien, la salvación del otro. En todo ello cuenta mucho la actitud de respeto y amabilidad, el interés por la persona concreta, la disposición al encuentro y al diálogo. Y todo, sostenido por el testimonio y el ejemplo de vida. ¡Aprendamos de la pedagogía que Dios ha usado con nosotros mismos!

Nos remonta, asimismo, al origen de nuestra fe. Los primeros cristianos eran llamados “seguidores del Camino” (Hch 9,2) y Jesús mismo es presentado en el evangelio de Juan como “Camino” (Jn 14,6). Relacionando y aplicando todo esto a la catequesis, nos ayuda a tomar nueva conciencia de que en cada encuentro catequístico estamos comunicando y transmitiendo un verdadero y auténtico camino de vida. ¡La catequesis tiene que ayudar a vivir, sí! No es un mero recetario de conocimientos religiosos, ceremonias o reglamento moral sin conexión con la vida real y concreta. Pensémoslo a la hora de preparar un encuentro catequístico tanto con niños como con adultos: “¿qué les doy para ayudarlos a vivir?”. Es un buen planteo y consigna para ayudarnos a no “irnos por las ramas”, perder el tiempo y sembrar en los catequizando algo que valga la pena, algo de la esencia de la fe.

También, la referencia al camino nos ayuda a redescubrir y revalorizar aquello que ya sabemos y que, empero, debemos intentar poner en práctica. La catequesis es un “proceso de maduración en la fe”, o sea, un camino gradual, complejo, rico de vida, que no podemos rebajar a una especie de “mecanización metodológica” sino verlo y valorarlo como “itinerario de fe”, “recorrido espiritual”, discipulado o seguimiento. Tener esa conciencia clarísima de que somos acompañantes y testigos de la obra de la Palabra en el interior de la vida de las personas. ¡Hermosa y delicada labor que vale la pena![2]

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

El DCG, todo el pensamiento catequético actual y nuestro Seminario Diocesano de Catequesis[3], nos han ayudado a descubrir la catequesis como “proceso”, al menos teóricamente. Reflexionemos ahora ¿hasta qué punto tal modo de concebir la catequesis esta encarnado en nuestras comunidades y en nuestros catequistas? Y otra cuestión importante a reflexionar ¿relacionamos e integramos este proceso con el itinerario de la vida interior espiritual de las personas y en el camino evangelizador de las comunidades? En el fondo tienen una realidad común y de esto depende la fecundidad y frutos de una pastoral que quiera ser verdaderamente “orgánica”. Intercambiemos opiniones y experiencias.

II – “¿De qué van conversando?

Una mirada realista sobre la situación de la catequesis[4]

“¿De qué van conversando? … ¿eres el único que nos sabe lo que ha sucedido allí en estos días? …Le contestaron: lo de Jesús de Nazaret…” También nosotros nos tenemos que enfrentar y hacer cargo de la realidad de nuestro mundo y de los problemas de la catequesis en nuestras comunidades. Y, muchas veces, como los discípulos, lo hacemos en una forma pesimista, desesperanzada, como un lamento.

Indiferencia religiosa generalizada, el desinterés por todo lo que tenga que ver con Dios, lo religioso y la Iglesia, la falta de compromiso con lo propuesto en la catequesis, el atractivo de las nuevas tecnologías desvían la atención y superan nuestra oferta catequística.

En los adultos se nota un deseo, necesidad y búsqueda de “algo más” espiritual que de sentido y ayude a vivir. En los niños, adolescentes y jóvenes no es tan consciente pero los síntomas de sus carencias y necesidades están a la vista. Todo esto suele ser la fuente de nuestro malestar, la sensación de fracaso o el disgusto ante la falta de respuesta o el sentir la culpa de no acertar con la respuesta o las soluciones adecuadas.

A esto debemos agregar las dificultades, los dilemas y tensiones que se dan en las comunidades y el quehacer catequístico: el dilema entre contenido y método, entre un modo u otro de dar catequesis, insuficiencia de agentes pastorales, cambios de materiales y disposiciones por parte de los sacerdotes, falta de unidad en los criterios y normativas, dificultades para una formación, demandas o reacciones de la gente, etc.

Este “ver” es indispensable para hacernos cargo de la realidad y acertar pastoralmente. Es mucho más que un diagnóstico. Se trata de interpretar “los signos de los tiempos”, lo cual es una verdadera mirada de fe sobre la realidad. El aplicar “recetas” desfasadas o inadecuadas nos llevará siempre a una sensación de desilusión cargada de negatividad.

Y también -debemos admitirlo- el lado insano de una insatisfacción que no nos permite ver  y apreciar el crecimiento, los avances, los logros y los frutos obtenidos. ¡Hay que valorar positivamente mucho más todo lo alcanzado!

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

Para un “ejercicio de sano realismo”. Generalmente nuestras reuniones de evaluación de la pastoral catequística suelen ser un momento de “desahogo catártico” para lamentarse de todos los problemas, dificultades y obstáculos que encontramos en la catequesis (provenientes del párroco y de los padres de los niños, si la evaluación la hacen los catequistas…). Propongo: 1) recordar la más hermosa anécdota de lo que me ocurrió en la catequesis; 2) Detectar la mejor (o mejores) propuesta catequística que tenemos en nuestra comunidad; 3) Ponernos de acuerdo entre todos en un propósito o acción bien definido y concreto, puntual, que sintetice cuanto venimos trabajando y sea una respuesta a los desafíos catequísticos de nuestra comunidad.

III – “Quédate con nosotros”

Anuncio que toca el corazón y llega a la vida entera: el kerygma de la fe.

“Quédate con nosotros… ¿no ardía nuestro corazón?…  La palabra del misterioso compañero de camino les había calado  muy en el fondo de su ser, lo que les dijo les llegó al corazón. ¡Eso es un anuncio! En eso consiste -ni más ni menos- la evangelización: un mensaje para la vida, una palabra significativa que ayude a transformar la existencia, que enseñe y dé la fuerza para el sano y buen vivir.

En Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio, EG) el Santo Padre nos dice claramente que una de las notas y característica de la catequesis de nuestro tiempo es que debe poner su acento en el “kerigma”, en lo “kerygmático” ¿les suena? Seguramente han escuchado esta palabra más de una vez. Deseo detenerme y ahondar en el significado de esta dimensión de la catequesis, porque tiene mucho para decir a nuestra tarea catequística actual a lo largo y ancho de la diócesis

“164. Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o «kerygma», que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial”.

Creo que la mayoría de Uds. sabe a qué nos referimos cuando se habla de ese “kerygma”, aunque no está de más recordarlo brevemente. Es un sustantivo (keryx/keryso) que proviene del verbo (keryssein) en griego. Evoca la imagen de un mensajero que llega a la plaza pública para dar una noticia importante de parte de la autoridad. Se trata entonces de un anuncio, una proclamación. Un mensaje autorizado y significativo para la existencia de sus destinatarios. Tal es -digamos- el significado original, corriente, no religioso. En el AT se la puede relacionar con la predicación de los Profetas, pero es en el NT donde aparece con claridad y fuerza en la predicación apostólica y en la vida de las primeras comunidades. Es la proclamación de un gran acontecimiento que llega a la sociedad y a cada persona individualmente como una buena noticia totalmente nueva, una novedad sorprendente y buena o beneficiosa. ¡Esto es muy importante, ya que tiene consecuencias muy concretas para la fe, la evangelización y la catequesis! El Papa hace notar e indica que debe ocupar el centro de la misión y de la renovación. Debemos ver, entonces, cómo toda nuestra tarea catequística se va haciendo cada vez más “kerygmática” es decir, se hace anuncio, proclamación, llamada, oferta, propuesta, motivación, aliento. (Hay que reconocer que nuestro anuncio, muchas veces, es pesimista y negativo, condenatorio de todo lo que no comprendemos o nos da miedo, que contribuye más a la desesperanza que al entusiasmo y la alegría. Tampoco hay que caer en el otro extremo: la caricatura “light”, el mensajito superficial y divertido, demagógico y seductor, o el proselitismo que señala el Papa Francisco y que nada tienen que ver con la “parresía” -intrepidez sin ambigüedad- franca y valiente aunque suave y humilde de los grandes profetas, apóstoles y misioneros).

“El kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos co­munica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: « Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para libe­rarte»”.

 Hay que aclarar desde un principio, que este anuncio no consiste en una mera definición escrita, una “fórmula de diccionario” Antes que nada, es la proclamación de un acontecimiento “vivo y vital”, manifestación del amor de Dios. Luego, claro está, se expresará en sintéticas formulaciones de fe, como: “Jesucristo te ama”, “se dio, se entregó por vos”, “Jesús muerto y resucitado para nuestra salvación”, “por nosotros y para nuestra vida y salvación”, “para que tengan vida en abundancia”, etc. Asimismo, debe quedarnos bien claro, que tal anuncio -como toda la revelación- se realiza o lleva a cabo tanto en palabras como con gestos u obras. De este modo, no solamente una buena homilía o un consejo dado a una persona que necesita orientación puede ser “kerygmático”, también lo son igualmente una obra de misericordia, un grupo o un testimonio de vida auténticamente evangélico porque “hablan” con la fuerza del obrar y llegan o tocan el corazón.

“Cuando a este primer anuncio se le llama « primero », eso no significa que está al comien­zo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de di­versas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos. Por ello, también «el sacerdote, como la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado»”. Bien dice el Papa Francisco que este anuncio no es el primero en sentido cronológico sino es sentido cualitativo porque es el principal, el básico o fundamental, que debe repetirse y ahondarse una y otra vez. (Algunos hasta hablan de “primer anuncio” para los que no conocen a Jesús, a lo cual correspondería luego la “iniciación” cristiana. Y también de un “segundo anuncio” cuando se trata de bautizados alejados de la fe para los cuales correspondería una “re-iniciación” a la fe. Son diferenciaciones terminológicas que conviene tener en cuenta ya que nos hablan de problemáticas pastorales bien reales y concretas con las cuales nos encontramos cada día en nuestras comunidades).

“165. No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una forma­ción supuestamente más « sólida ». Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cris­tiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis. Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano”.

Veo que aquí el Santo Padre  termina y soluciona la oposición o viejo dilema -que tanto dolores de cabeza a dado a catequetas y pastores- entre doctrina y método, entre dogma y práctica pastoral. ¡El anuncio de la fe es una acontecimiento vivo y rico de consecuencias insospechadas y de una fuerza salvadora, renovadora y transformadora inmensa para nuestra vida! La doctrina lo va desarrollando y explicitando. Bien podemos afirmar que el “kerygma del evangelio” se despliega y explica en el “credo de la fe”, se celebra y recibe como don y gracia en los sacramentos, y se lleva a la práctica o se concreta en obras cuando lo vivimos en el mandamiento nuevo del amor por todo nuestro estilo de vida y las buenas obras que realizamos. ¡Ser amados y amar: porque somos amados por Dios podemos amar a los demás y vivir en el amor! Esta es la vida cristiana: comienza en un don, una llamada, un anuncio y llega a su realización, madurez y plenitud en nuestra propia donación. Y EG también hace notar algo que no podemos dejar por alto ya que contiene una verdadera clave para toda la evangelización, la pastoral y la catequesis: “Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano” ¡Como catequistas debemos saber escuchar, captar, interpretar, comprender los deseos, las preguntas, las expectativas, los dolores y quebrantos con que nuestra gente viene a la catequesis! Para esto hace falta una gran capacidad de empatía, de escucha, de paciencia. De lo contrario siempre estaremos repitiendo “como loros” palabras que no llegan al alma ni significan nada para la vida de nuestros catequizandos. ¡Uy qué difícil lo que nos pide Padre! No tanto… recordemos nuestro propio camino espiritual: si hoy estamos acá es por la misericordia de Dios que nos posibilitó ese retiro en que mi vida dio un vuelco, o ese sacerdote que me orientó en el peor momento de la existencia, o la ejemplar vida cristiana de mi familia que me transmitió y testimonió la fe. Hubo instrumentos. ¡Seamos nosotros lo mismo y hagamos eso para los demás!

“La centralidad del kerygma demanda ciertas caracte­rísticas del anuncio que hoy son necesarias en to­das partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evan­gelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena”.

El Pastor universal nos da aquí una lección de pastoral y metodología que no necesita mucho comentario sino meditación y una puesta en práctica bien concreta. ¡Primero es el don y luego el compromiso! Sino damos a conocer, hacemos sentir, ponemos de manifiesto el amor de Dios ¿cómo lo vamos a exigir, cómo vamos a pedir que “se comprometan” (qué fastidiosa y gastada esta palabra…) si primero no han recibido nada? A la hora de planificar la catequesis o preparar nuestro encuentro, les recomiendo que, por un tiempo, lean este párrafo y piensen: “Y hoy ¿cómo lo vamos a llevar a cabo aquí con estos catequizandos de carne y hueso con nombre y apellido”[5]

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

Dos opciones: 1) Rescatar la acción pastoral que reúna las condiciones verdaderamente “kerygmáticas” de todo cuanto se hace pastoralmente en nuestra comunidad (no solamente en catequesis) y ver cómo podemos enriquecerla o mejorarla desde la catequesis. O 2) Preparar un sencillo proyecto de catequesis, o celebración, o misión o cualquier otra acción pastoral bien definida, concreta y puntual que consista en algo realmente “kerygmático” en sus contenidos, palabras y gestos para implementarlo en nuestra comunidad o poder compartirlo con otros.

IV – “…Se les abrieron los ojos y lo reconocieron”

De la conversación a la fracción del pan: la mistagogia en la catequesis

“…mientras estaba con ellos sentado a la mesa, tomo el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron… contaron… como lo habían reconocido al partir el pan”

La referencia a la Eucaristía es clarísima y patente en el texto que nos viene iluminando. El sello del reencuentro lo tuvieron al partir el pan, en la celebración en torno a la mesa eucarística. En la Eucaristía Dios mismo se hace don y llega para alimentar, sanar y transformar nuestra vida toda. Toda nuestra catequesis debe referirse de todas las maneras posibles a aquel misterio que es fuente y culminación de toda la vida cristiana. Ese acercarnos progresivamente al misterio es un cometido integrante e imprescindible en todo acto catequístico, es uno de sus componentes.

Por eso mismo, otra nota o característica de la catequesis, tal como nos la presenta el Sumo Pontífice en EG, es la dimensión “mistagógica” ¡Otra palabra “rara” pero ahora de moda en el ámbito catequético! Y con mucha razón y acierto, para nuestro bien y provecho…

“166. Otra característica de la catequesis, que se ha desarrollado en las últimas décadas, es la de una iniciación mistagógica, que significa básica­mente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana”.

Otra palabra “novedosas”… También proviene del griego, y significa “iniciar o introducir en, o educar para los misterios”. El misterio se refiere aquí del acontecimiento de fe celebrado en la liturgia, es como un sinónimo de sacramento. Por lo tanto es toda la catequesis que ayuda a conducir al sacramento, al encuentro con Dios, a la celebración para la vida. Este concepto de “mistagogia” tanto enriquece recíprocamente a la catequesis como a la liturgia, relacionándolas e integrándolas íntima y vitalmente. En realidad no se trata de algo nuevo para nada. Los Padres de los primeros tiempos de la Iglesia -San Cirilo de Jerusalén, San Ambrosio de Milán o San Juan Crisóstomo entre otros- nos legaron unas célebres catequesis litúrgicas para los recién que recién había recibido los sacramentos de la iniciación en la Pascua y, por eso las llevaban a cabo, durante la semana de la octava pascual. Notemos aquí, no es dato menor, que este tipo de catequesis se daban luego de recibido el sacramento ¡Primero es el don, luego viene la explicación, para poder llevarlo a un compromiso de vida! (Previamente habían tenido un catecumentado, que a veces se extendía por años, y una catequesis más intensa en la cuaresma previa).

El Papa Francisco hace notar dos acentos:

1) “Progresividad de la experiencia”. Afirmamos que la catequesis y toda la vida cristiana es “proceso”, camino, seguimiento, por lo tanto se está en marcha. A veces se adelante y otras se retrocede, nos caemos o detenemos y nos levantamos. ¡Esto es fundamental! No se trata de nada automático ni de un curso reglamentario y cronometrado, se trata de una experiencia vital y tiene los ritmos y la dinámica de la vida misma con sus “vaivenes”. Digamos que es los que afirma el refrán “la procesión va por dentro” en sentido positivo: la luz de la Palabra va penetrando, la fe va madurando y la gracia va creciendo en el interior de la vida de la persona. ¡Y se trata de una experiencia auténticamente espiritual cristiana, no de una clase magistral ni de una experiencia esotérica!

2) “renovada valoración de los signos” Es esto lo que nos hace conectar con la celebración litúrgica. Tengamos presente que, hoy por hoy, la mayoría de nuestras formas de catequesis en las parroquias son de preparación a los sacramentos. Asimismo no olvidemos que las celebraciones litúrgicas -sin ser propiamente un encuentro catequístico, claro está- son momentos de anuncio y transmisión de la fe. Pensemos en las celebraciones del Bautismo como ocasión más que propicia para un buen y lindo anuncio kerygmático, o en las misas en distintas oportunidades cuando participan personas que nos las frecuentan, o en las exequias. ¡Todos momentos “kerygmáticos”! En este sentido sigo haciendo propaganda de la Catequesis del Buen Pastor… que, precisamente, tiene a los “signos” como uno de sus pilares.

Me es propicia esta ocasión para hacer notar que, en las celebraciones litúrgicas, no es buena ni provechosa ni positiva una creatividad anárquica y sin fundamento. Una supuesta creatividad o inventiva novedosa, termina por ocultar el verdadero signo y núcleo de la celebración con agregados extraños y llamativos que suelen subrayar solamente un aspecto del misterio en detrimento de la armonía y belleza del conjunto del acontecimiento que se celebra.

Es importante y necesaria una verdadera formación litúrgica que nos ayude a descubrir su realidad más profunda, su dinamismo interno, su riqueza y belleza, y, sobre todo, su conexión con la vida. Darnos cuenta que no se trata de unas ceremonias “pomposas, largas y serias” a ejecutarse meticulosamente o que, para superar eso, haya que dar rienda a una inventiva “descontracturada y divertida” para hacerla más atrayente.

“Mu­chos manuales y planificaciones todavía no se han dejado interpelar por la necesidad de una re­novación mistagógica, que podría tomar formas muy diversas de acuerdo con el discernimiento de cada comunidad educativa. El encuentro ca­tequístico es un anuncio de la Palabra y está cen­trado en ella, pero siempre necesita una adecuada ambientación y una atractiva motivación, el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un am­plio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona en un cami­no comunitario de escucha y de respuesta”.

El Santo Padre concluye sobre esto mismo sobre lo que he querido reflexionar.[6]

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

Consigna similar a la anterior pero en referencia a la mistagogia catequístico-litúrgica. También con dos opciones: 1) Rescatar la acción catequística o litúrgica que reúna las condiciones verdaderamente “mistagógicas” de todo cuanto se hace en nuestra comunidad y ver cómo podemos enriquecerla o mejorarla desde la catequesis. O 2) Preparar un sencillo proyecto de encuentro catequístico, o celebración litúrgica, o momento de oración o simple retiro espiritual bien definido, concreto y puntual que consista en algo realmente “mistagógico” en sus contenidos, palabras y gestos para implementarlo en nuestra comunidad o poder compartirlo con otros.

V – “Volvieron…”

La conversión pastoral para la renovación catequística hoy

Al darse cuenta de quién era el misterioso Peregrino los dos discípulos “pegaron la vuelta” -literalmente- a la comunidad madre de Jerusalén. ¡Eso es la conversión! La etimología misma de la palabra (del griego: metanoia) hacer referencia a un “dar vuelta”, cambiar la mentalidad y por tanto cambiar de rumbo. El magisterio pastoral de la Iglesia ha referido esta realidad personal de la vida del cristiano (la conversión de fe o moral de la vida) a un cambio o renovación o transformación en la acción evangelizadora eclesial, y la ha dado en llamar “conversión pastoral”.

Ella, no consiste en la demolición de todo lo pasado ni la liviana inventiva de cosas nuevas y divertidas. Se trata más bien de plantearnos muy francamente las consecuencias, los resultados y los frutos de lo que estamos haciendo. Sin echar las culpa a otros ni buscar justificaciones, sino admitiendo la realidad y tratando de corregir nuestros pasos, buscando mejores caminos y ayudándonos unos a otros. ¿Qué le ocurre a nuestra catequesis que no deja huella, una impronta, en los catequizandos? ¿Por qué la recepción de los sacramentos sigue siendo punto de llegada y no de partida de una nueva vida, inserción eclesial y compromiso de vida? ¿Por qué no hemos podido plasmar el “itinerario catequístico permanente” de modo que haya algún acompañamiento catequístico para cada momento de la existencia o por qué la catequesis se reduce, prácticamente, a la de preparación a los sacramentos?[7]

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

El documento de Aparecida se refiere a la “conversión pastoral” de las “estructuras caducas” que impiden en vez de favorecer la fe y la evangelización. “Aduanas de la fe” como diría el Papa Francisco. Para esto es necesario un discernimiento lúcido y sensato que nos ayude a no derribar ni tirar abajo modos pastorales que, transformados, pueden ser muy fructíferos. Intercambiemos opiniones, recordemos situaciones para aprender de esas experiencias y hagámonos un propósito concreto de nuestro grupo para favorecer, en vez de complicar, la conversión, renovación y transformación pastoral de la pastoral de mi comunidad. Pensémoslo y pongámoslo por escrito en una consigna breve que nos sirva de inspiración y estimulo constante.

VI – “Encontraron a los Once”

La comunión como fundamento de la comunidad y sustento de la catequesis

Aquel “pegar la vuelta” de la conversión culmina en la reincorporación en la asamblea, en la inserción comunitaria, es decir: en la vivencia y experiencia de comunión. ¡Volvieron a casa, se recompuso la familia, se rehízo la comunidad que cobró nueva vida y alegría!

Nunca subrayaremos suficientemente que la comunión es una realidad “nuclear” en la vida eclesial, está en su “ADN”, es parte de su esencia más íntima. Un bien indudable e imprescindible. Se origina en el misterio del amor trinitario, se nutre en el banquete eucarístico, se manifiesta en la santa entrega amorosa de sus miembros, en la salida de sí mismo para la vivencia del mandamiento nuevo y novedoso del amor, y en la misión universal que procura que “todos los hombres se salven”. Tratemos de llevar y aplicar todo lo anterior al quehacer catequístico.

En primer lugar, nos recuerda que la comunidad es el “lugar” propio “de”, “en” y “para” la catequesis. Ella es toda evangelizadora, misionera y, por lo tanto, catequística. A través de toda su vida y sus realizaciones va sembrando la Palabra, comunicando el evangelio, transmitiendo la fe, creando fraternidad y dando testimonio.

En segundo lugar, nos ayuda a ver cómo la catequesis es el organismo -en el sentido etimológico de la palabra, como un órgano vital- que articula gran parte de la pastoral diocesana y parroquial.

Finalmente, en tercer lugar, debemos tomar conciencia de que la misión catequística pone de manifiesto la comunión de fe y misión de una Iglesia particular. No se trata de poner en marcha una catequesis unívoca, uniforme y centralizada. La pluralidad de modalidades, de acentos, de métodos, de ofertas, opciones es una riqueza. Y, a la vez, también es cierto que la falta de unidad, de organicidad, de criterios y acciones comunes, de integración entre las comunidades, la disparidad de métodos o normativas causan confusión y desazón -digámoslo con claridad- tanto en catequistas como entre fieles. “Cada maestrito con su librito” escuchamos decir infinidad de veces. Nada más desconcertante, conflictivo y desgastante tanto para los agentes de pastoral como para los fieles, que las normativas contradictorias, las imposiciones arbitrarias o las exigencias sin mucha razón. La unidad en toda acción pastoral es saludable y alentadora. ¡Por esto mismo, vale la pena un sincero esfuerzo por “salir de sí” e integrarse generosamente en la comunión!

Se trata de una organicidad que facilite el crecimiento en la fe, la armonía de la comunidad y favorezca -en vez de limitar o complicar- la misión, la pastoral y el apostolado. Podemos tener el mejor método pero si estamos divididos los hacemos ineficaz e infructuoso. Estamos ante el desafío de la unidad: apelo a la magnanimidad, apertura y amor al pueblo santo de Dios, de sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral y fieles, para renovar, dinamizar, integrar e impulsar la labor catequística en toda la diócesis.

Por ejemplo. La unidad de criterios en cuanto a la edad de celebración de los sacramentos de la comunión y confirmación, la variedad y facilidad de opciones para recibir la catequesis, el acuerdo en la utilización de textos y materiales catequéticos son los temas que requieren de nuestros próximos acuerdos pastorales y catequísticos. ¡Será un fecundo signo de comunión![8]

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

El 60º aniversario de la creación de la diócesis ha sido una ocasión para subrayan e insistir en la realidad de la comunión en la Iglesia. Ella es fundamento de la comunidad y matriz de una evangelización fecunda. Reflexionemos aquí en torno a varios puntos: 1) ¿Privilegiamos la unidad, la convivencia fraternal y el valor de la vida comunitaria como un gran bien para nuestras parroquias y grupos eclesiales? 2) En nuestras comunidades hay verdaderos órganos de comunión como son el Consejo Pastoral, las comisiones de capillas, instituciones y grupos, el Consejo económico, etc. ¿los valoramos e intentamos que sean verdaderos espacios de comunión, edificación de la comunidad y animadores de la vida eclesial o son meros organismos burocráticos o espacios de poder? 3) Formulemos un propósito concreto como aporte de la comunidad catequética al conjunto de la comunidad cristiana de la cual somos parte: ¿con qué actitud, aporte o gesto podemos contribuir a enriquecer y fortalecer la comunión en nuestra parroquia y diócesis?

VII – “Contaron”

Claves y acciones para una catequesis misionera

El volver y contar, y luego de reencontrarse, el salir a anunciar a los de afuera, nos es otra cosa que la misión apostólica de todos los tiempos, es la evangelización misma. “Contaron” es narrar, relatar, anunciar, testimoniar. En una palabra: evangelizar con palabras y obras. Este es la matriz y raíz de la misión.

La impronta kerygmática constituye a la catequesis en eminentemente misionera. Podemos y debemos ser creativos y apasionados en buscar y ofrecer nuevas y variadas formas para ofrecer la catequesis: desde el uso de las nuevas tecnologías y medios de comunicación, el “pasacalle”, hasta la cordial invitación personalizada, “cara a cara” o “puerta a puerta” que siempre llega al corazón.

En continuidad con lo anterior, tenemos que buscar y ofrecer formas y cauces para la continuidad y perseverancia ¿Qué ofrecemos concretamente para “el después” de cada sacramento? ¿cómo recibimos e insertamos en la comunidad?

Pensando en los niños. Iniciar la catequesis a los 8 o 9 años “porque recién saben leer” me parece que es llegar tarde y reducir la fe a unos conocimientos teóricos. Sobre todo cuando la familia ya no es órgano de transmisión de esa fe. Por eso es importante que vayamos buscando formar de hacer catequesis con y a través de las familias, en los colegios cuando nos abre las puertas y en todo ambiente en el cual nos sea posible. En este sentido la “Catequesis del Buen Pastor” nos abre un camino válido e importante para los más pequeños. Busquemos el modo de formarnos en esa metodología y de ir implementándola en nuestras parroquias, aunque sea de a poco, paso a paso, lo importante es ya plantar la semilla.[9]

Respecto de los adolescentes y jóvenes tenemos que ver qué les ofrecemos. Sobre todo, una vez concluida la catequesis de iniciación. ¿Cómo continúan la vida cristiana insertos en una comunidad concreta? No podemos conformarnos con una invitación genérica del tipo de: “Si les gusta pueden ir a los monaguillos o a los scout o al grupo misionero” ¡La invitación y la oferta deben ser convincentes y entusiastas! ¿No tenemos gente ni estructuras? Hay que generarlas, construirlas… Para eso somos y vivimos en comunidad. Esto nos debe llevar a trabajar orgánica, articulada y coordinadamente con los demás grupos parroquiales, pastoral juvenil, colegios, movimientos, etc.[10]

Pienso también en los adultos. La catequesis de adultos -incluso el catecumenado mismo- no es un área que puede o no estar en cada parroquia. Debe haber al menos un catequista de adultos. Cada año debería abrirse al menos un curso catecumenal para que personas adultas reciban los sacramentos. Hay excelentes materiales y experiencias en este sentido que nos pueden hacer mucho bien e, inclusive, es una forma de involucrar a toda la comunidad, por ejemplo a las capillas y los movimientos.[11]

De este modo la perspectiva catecumenal[12] va dando sentido, informando y orientando el rumbo de toda catequesis en cada comunidad. Se trata de ir implementando los que se dio en llamar el “itinerario catequístico permanente” y es esto, es indispensable y oportuno trabajar e involucrar a todos los grupos de la parroquia de una u otra manera.[13]

Para la reflexión y como tarea comunitaria:

Misterio de comunión y misión. Eso nos viene enseñando el Magisterio sobre el ser de la Iglesia misma. Y el Santo Padre lo expresa clara y sencillamente con las metáforas de “Iglesia en salida callejera de la fe y hospital de campaña”. Ricas imágenes para ir desentrañándolas de modo que orienten los objetivos de nuestra misión, apostolado y pastoral. Anotemos no más de dos o tres consignas bien claras y definidas que aplicaremos luego a nuestra catequesis y la misión toda. No se trata de más acciones sino de actitudes capaces de renovar, reanimar y fortalecer todo lo que corriente y ordinariamente ya estamos haciendo.

El Catecismo de la Iglesia católica termina con IV parte dedicada a la oración y la espiritualidad con un bellísimo comentario al modelo de toda oración, el Padrenuestro. De este modo, manifiesta claramente que la dimensión orante de la existencia es verdaderamente la respiración de nuestra alma con el aire insuflado por el Espíritu Santo. “¡La oración es la respiración del alma!” Seguramente lo oímos de labios de nuestras catequistas mayores. Por eso mismo, no quiero terminar esta reflexión sin invitarlos, llamarlos y exhortarlos a profundizar en la espiritualidad propia de la catequesis y del catequista. Ella se nutre de la misma Palabra de Dios, la celebración litúrgica y el testimonio de santidad de otros evangelizadores. Supone intensificar una actitud contemplativa, una generosa disponibilidad al servicio de acompañar la fe de los hermanos y una integración cordial en la propia comunidad.[14] (Al pie de página señalo una bibliografía para que puedan sacarle el mayor provecho espiritual posible. Igualmente la bibliografía citada en cada nota no es de “relleno erudito” sino para que, cuando quieran profundizar, puedan encontrar referencias a textos que enriquecerán su formación). Deseo terminar, repitiendo otra vez, casi como una doxología, ¡Muchas, muchas gracias de corazón, queridos catequistas!

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[1] Para una noción de catequesis: Pablo VI “Evangelii nuntiandi” (1975) nº44; Juan Pablo II “Catechesi tradendae” (1979)  nnº 1 y 21; Catecismo de la Iglesia católica (1992) nnº 4-10; Directorio Catequístico General (1997) nnº 63-65.

[2] Para una visión sintética y global del cometido de la catequesis hoy: J. Ratzinger “La nueva evangelización” (2000) ponencia en el Jubileo de los catequistas. E. Karlic-R.Ferrara-A.Marino-A.Zecca “La Fe del Pueblo de Dios” Agape. 2013.

[3] F. Van Den Bosch-V.Acha “Introducción a la catequética” Cuadernos ISCA. 1996; Sección catequesis CELAM “Testigos y servidores de la Palabra: manual de formación catequética” Agape. 2005. A.Zecca “Abriendo la Puerta de la Fe” Agape. 2012.

[4] V Conferencia general del episcopado latinoamericano y el caribe “Aparecida” (2007) Mirada sobre la realidad nnº 33.100; A. Ginel “Encrucijada y horizonte de la catequesis hoy” página web ISCA; Desafíos actuales de la catequesis (M. Mendez) página web ISCA. J.Martín Velasco “La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea” Sal Terrae. 2002.

[5] H. Cárdenas “¿Qué es el kerygma: reflexiones para una catequesis dentro de un proceso”; M.I. Nesi “Destinatarios del kerygma: cómo van a creer si no se les anuncia”, ambos en Revista Medellin CELAM Nº 122; X. Morlans “El eslabón perdido: el primer anuncio” PPC 2014 y “El kerygma o primer anuncio y la catequesis su papel respectivo en la evangelización integral” Simposio Internacional de Catequética. Buenos Aires. 2017. E.Biemmi “El segundo anuncio: la gracia de recomenzar” (2012) página web ISCA.

[6] L. Zorraquín “Hacia una catequesis mistagógica” Revista Communio Nº 20/3 (2013); P. Fernández Rodríguez “Introducción a la liturgia” CPL Barcelona (1992) pág 69 ss. M. de Elizalde “Para entrar en el Reino de Dios: la catequesis de iniciación” ENCADI Treinta de Agosto (2011).

[7] V Conferencia general del episcopado latinoamericano y el caribe “Aparecida” (2007) nnº 365-372;  V.M. Fernández “Conversión pastoral y nuevas estructuras ¿las tomamos en serio?” Agape (2010); O. Ruiz Arenas “Dimensión misionera de la revelación y conversión pastoral” Simposio Internacional de Catequética. Buenos Aires. 2017.

[8] A. Torrado Mosconi “Mensaje con ocasión del sexagésimo aniversario de la creación de la diócesis” y “Homilía en la misa por los 60 años de la Iglesia diocesana” (2017) página web AICA.

[9] Fundación Belén Educa “Catequesis del Buen Pastor. Método Montessori” 2009.

[10] Asamblea de obispo de Quebéc-Canadá “Proponer hoy la fe a los jóvenes” (2000). En nuestra diócesis hacen mucho bien los retiros para adolescentes y jóvenes como “Cenáculo”, “Huella”, “Proyecto de Vida” o la “Pascua Joven” y el Encuentro Diocesano de Jóvenes, que son realmente una oportunidad de anuncio, catequesis y evangelización.

[11] AA.VV. “Fe y personalización: materiales de catecumenado para jóvenes y adultos” Verbo Divino. 1997; J.M.Maideu “Caminos para la fe: líneas básicas sobre itinerarios de educación en la fe” Editorial Claretiana. 2010. CEI “Carta a los buscadores de Dios” (2009). Tengamos presentes las posibilidades y el fruto que brindan los retiros espirituales como “Cursillos de Cristiandad”, “Columna”, “Entretiempo”, “Comunidad de Convivencia”, “Retiristas”  y otros brindados por los Movimientos.

[12] H. Bourgeois “Teología catecumenal” CPL Barcelona. 2007.

[13] M.J. Jiménez “Acción misionera y catequesis” Revista Medellin CELAM nº 122; SENAC “Catequesis en clave misionera” página web ISCA.

[14] Papa Francisco “Evangelii gaudium”(2013) Evangelizadores con Espíritu, nnº 262-288; E. Bianchi “Nuevos estilos de evangelización” Sal Terrae. 2013; G. Saenz de Ugarte “¿En qué pozo abrevamos nuestra fe?” DIDASCALIA Nº 530 (2000); V.M.Fernández “Identidad específica del catequista” Revista Teología Nº 84 (2004/2) pags. 27-40.